POR: MÓNICA OJEDA
Penny Dreadful condiciona nuestra mirada desde el momento en
el que escuchamos su nombre: después de todo los ‘Penny Dreadfuls’ eran
folletines pulp sensacionalistas de la Inglaterra victoriana que trataban
historias macabras, llenas de asesinatos sangrientos y misterios sin resolver,
con la intención de satisfacer el morbo del pueblo. Es, por lo tanto, una serie
que apunta conscientemente a la cultura popular de horror y a una narrativa
sensacionalista, pop, pero redefinida en los clásicos. Por eso está complaciendo
especialmente a tres tipos de espectadores: a los fanáticos del horror y del
suspenso, a los amantes de los clásicos literarios de horror y a los fieles
lectores de los cómics de Alan Moore. Y es que el guión de la serie tiene una
innegable fuente de inspiración: The League of Extraordinary Gentlemen (y ya
veremos qué tanto de From Hell). Igual que en el cómic de Moore, en Penny
Dreadful unen fuerzas cinco personajes entre los que se encuentra uno de los
clásicos de la literatura de horror victoriana: Víctor Frankestein.
La historia parece girar entorno a la búsqueda de Mina Harker (Dracula) por parte de un grupo de personas relacionadas, de una u otra forma, con personajes como Dorian Grey, Dr. Frankestein y su monstruo, Jack el destripador y Drácula, pero los derroteros por los que transcurrirá la acción, así como los móviles de los personajes principales, aún permanecen difusos para los espectadores. Este es uno de los aciertos de Penny Dreadful: el saber distender el misterio que envuelve a cada uno de los miembros de esta liga extraordinaria con el fin de mostrárnolos, lentamente, en sus más variopintas dimensiones.
La historia parece girar entorno a la búsqueda de Mina Harker (Dracula) por parte de un grupo de personas relacionadas, de una u otra forma, con personajes como Dorian Grey, Dr. Frankestein y su monstruo, Jack el destripador y Drácula, pero los derroteros por los que transcurrirá la acción, así como los móviles de los personajes principales, aún permanecen difusos para los espectadores. Este es uno de los aciertos de Penny Dreadful: el saber distender el misterio que envuelve a cada uno de los miembros de esta liga extraordinaria con el fin de mostrárnolos, lentamente, en sus más variopintas dimensiones.
La primera temporada de la serie —dirigida Juan Antonio
Bayona, Dearbhla Walsh, Coky Giedroyc y James Hawes y con guión de John Logan,
nominado al Óscar por The aviator y Gladiator— contará con ocho episodios de
los que ya se han emitido cuatro. La apuesta parece ser grande: no sólo se
pretende abordar con profundidad —y, a la vez, hacer un remake hype del género—
a grandes personajes de la literatura clásica de horror, sino también lanzar
referencias, guiños, al cuerpo literario (y popular) de terror más importante
de nuestro acervo como The Phamtom of the Opera, Sweeny Todd o “The Murders in
the Rue Morgue” de Edgar Allan Poe. Sería fácil para una serie de estas
características apoyarse únicamente en lo pulp y en el sensacionalismo que su
propio título promociona para triunfar, pero Penny Dreadful está demostrando
tener un guión inteligente que parece aspirar a mucho más que un eso. Resulta,
por ejemplo, sorprendente la forma en la que maneja discursos y planteamientos
presentes en la poesía.
El episodio número tres, titulado “Resurrection”, en el que la criatura de Dr. Frankestein se reencuentra con su creador, levanta una representación que hace que el espectador piense, inevitablemente, en Calibán y en parte de la obra de Shakespeare, pero también en romanticismo versus modernidad, poesía versus razón ilustrada. La criatura que carece de nombre porque es lo innombrable, lo espantoso, lo que se rechaza, incluso lo obsceno, aprende a hablar a través de los libros de poesía de su creador. El miedo, en episodios como este, no es abordado desde facilismos técnicos (la serie tiene un montaje limpio, con secuencias largas, poco usuales en las narrativas de terror cinematográficas actuales), sino desde lo psicológico y con anclaje en las representaciones clásicas de la teratología.
El episodio número tres, titulado “Resurrection”, en el que la criatura de Dr. Frankestein se reencuentra con su creador, levanta una representación que hace que el espectador piense, inevitablemente, en Calibán y en parte de la obra de Shakespeare, pero también en romanticismo versus modernidad, poesía versus razón ilustrada. La criatura que carece de nombre porque es lo innombrable, lo espantoso, lo que se rechaza, incluso lo obsceno, aprende a hablar a través de los libros de poesía de su creador. El miedo, en episodios como este, no es abordado desde facilismos técnicos (la serie tiene un montaje limpio, con secuencias largas, poco usuales en las narrativas de terror cinematográficas actuales), sino desde lo psicológico y con anclaje en las representaciones clásicas de la teratología.
El cast de la serie es, sin duda, interesante: Eva Green,
Timoty Dalton, Harry Treadaway, Josh Hartnett y Reeve Carney son algunos de los
que resaltan en la lista de actores que interpretan a los personajes
principales de Penny Dreadful. La recepción ha sido muy buena, tanto así que ya
se ha firmado el contrato para una segunda temporada. Todavía es muy pronto para
decir cómo evolucionará la serie; muy pronto para saber si la primera temporada
logrará satisfacer las expectativas que el guión está creando con ese tejido
literario entre lo pulp y lo clásico, pero, por ahora, merece la pena seguirla
de cerca porque es la primera serie en mucho tiempo que nos hace pensar
simultáneamente en cómics, subgéneros literarios y mitos populares.