Solo su mano izquierda permaneció despierta, sintiendo con sus dedos, fracturados y nerviosos, el amanecer.
Solange Rodríguez Pappe
La escritora guayaquileña Solange Rodríguez Pappe regresa con un libro de cuentos, La
bondad de los extraños, con el que consolida su trayectoria. Poseedora de una imaginación exquisita, concibe micromundos habitados por
diminutos seres sexuales, pequeñas mujercitas, mientras crea todo un sistema
simbólico alrededor de mujeres escondidas o atrapadas en un sótano o mundos que
suceden simultáneamente al nuestro, detrás de los armarios y, además, presenta
el apocalipsis más devastador, el fin del mundo temido por todos, en el que no
hay un cierre, sino que todo, absolutamente todo, mantiene el mismo ritmo, nada
cambia, nada pasa.
El otro
Hay muchas constantes simbólicas en el trabajo narrativo de
Rodríguez Pappe, entre todas ellas resalta el trabajo realizado en torno al otro. La búsqueda de la identidad del ser frente al otro: lo femenino frente
a lo masculino; la apropiación del espacio: el mundo real y ese otro mundo
que se esconde tras armarios o en los sótanos; el poder versus el deseo: el querer
vivir frente a aquellos que prefieren echarle ganas a la muerte.
Existe una gran preocupación de la narradora por la mujer
como ser, por el papel que ocupan en un mundo que se escribe bajo la mirada
cauta de los hombres. Las mujeres irrumpen en el espacio, salen
de la nada, porque hay muchas de ellas escondidas por muchos lugares, "bajo las
camas, bajo la tierra, en los cajones, chapoteando en las alcantarillas", así
como hay mujeres escondidas en los sótanos, como las protagonistas del cuento "Calamidad doméstica", en el que Uno, Dos, Tres y Cuatro —así se llaman las protagonistas— se baten por conseguir el amor del hombre que tiene "el sexo
duro y la barba cerrada muy azul".
El sótano, un espacio muy oscuro donde van las cosas que
nadie necesita, los objetos sucios y rotos, es ahí donde van a
parar las mujeres, anhelando una vida diferente, viviendo de los pequeños
momentos de vida que les brinda la atención del amo. El cuento representa a la
mujer como un objeto que el hombre puede comprar, usar y desechar.
Pero, ¿es así realmente? ¿Es el hombre o el amo, en este cuento, el que
tiene el poder de poseer, de darle significado a la mujer y su deseo? Si bien el lugar
representa un espacio de opresión, también simboliza otro
lugar, un lugar gobernado por mujeres: "Hay una multiplicación de sótanos
infinitos donde las mujeres subterráneas damos las unas con las otras". Es
precisamente ese otro mundo, un universo paralelo que sucede simultáneamente al
real, un mundo que se esconde en los sótanos o tras los armarios, el que es
gobernado y habitado por mujeres, "porque los hombres no viven en los sótanos,
los hombres hicieron los sótanos".
Esta idea del otro espacio lo retoma la narradora en el
cuento "La profundidad de los armarios". Un cuento en el que un hombre descubre
un mundo completamente funcional dentro de un armario. Estos espacios cerrados,
que normalmente son temidos porque nunca se sabe que se esconde detrás de
ellos, redimen lo masculino y deja el gobierno de estos mundos a aquellos que
no tienen nada en el mundo real, a aquellos a los que la vida les parece absurda y
buscan en estos espacios algo de sentido.
En el armario, el protagonista de este cuento, se encuentra
con otros viajeros, "niños castigados que le perdieron el miedo a la oscuridad,
o mujeres que en plena fuga de una vida infeliz". Al igual que "Calamidad
doméstica", tanto los sótanos como los armarios se convierten en la puerta de
entrada a este otro mundo, un mundo privado del gobierno de los humanos comunes, lleno
de hombres, mujeres y niños que no encuentran su lugar en el mundo real y que
prefieren ese mundo incierto, gobernado incluso por deseos e ilusiones nuevas,
como el de la protagonista del cuento "Autodiagnóstico", en el que una mujer
prefiere echarle ganas a la muerte, alejándose de toda conciencia humana que busca
la vida y la supervivencia a costa de todo.
Este otro espacio, gobernado por los que no encuentran lugar
en el mundo real, es la utopía planteada por Solange Rodríguez Pappe, un mundo
diferente, tal vez, ligado a la eminente catástrofe que le espera a la
humanidad, un tema, también, recurrente en la narrativa de la escritora guayaquileña.
El apocalipsis
El tema del fin está muy presente en la ficción de Rodríguez Pappe, no en vano su tesis de maestría lleva el título de "Sumergir la ciudad: apocalipsis y destrucción de Guayaquil"*. En esta investigación, en la que se recorre la
trama de tres novelas (Guayaquil, novela fantástica, de Manuel Gallegos Naranjo; Río de sombras, de Jorge Velasco Mackenzie; y El libro flotante de Caytran
Dölphin, de Leonardo Valencia), Rodríguez propone algunas líneas teóricas para
entender el tema del fin.
La autora afirma que esta idea del apocalipsis ha
estado conviviendo con la humanidad a medida que esta avanzaba en la
construcción de su historia, es decir, es un tema inherente a la especie humana. Por otro
lado, plantea dos ideas de Malcolm Bull que finalmente retoma en este cuentario.
Por un lado, el apocalipsis como un evento cósmico, "armagedón, diluvio,
cataclismo o juicio final que acabará con la vida en la tierra" y, por el otro,
que "teme que nos dirijamos hacia alguna meta inalcanzable sin ninguna finalidad
cierta".
La primera hipótesis asegura que el mundo finalmente acabará en un desastre a escala mundial, no necesariamente un evento divino, si no que
puede ser, incluso, un evento causado por el hombre a propósito del cambio
climático o del avance tecnológico, ya que lo verdaderamente nocivo, dice la
investigadora en su tesis, estaría dentro de la naturaleza humana, y la
tecnología, frente a esta verdad desoladora, es solo una aliada negativa.
En La bondad de los extraños, nos encontramos con una serie
de cuentos futuristas, apocalípticos y postapocalípticos, en los que el fin
tiene un solo benefactor: el ser humano. En el mundo de Rodríguez Pappe la
raza humana es odiada a nivel intergaláctico. El cuento "¿Qué hace una chica como tú, en un lugar como este?", cuenta la historia de la raza humana luego de una gran peste que obligó a los seres
humanos a buscar refugio en otros mundos, pero ahora deben
esconderse si quieren sobrevivir, porque no son la raza más querida en el universo. El
cuento "Confeti en el cielo", por otro lado, narra la historia de una chica que atestigua las horas finales de la especie humana. Ella, la narradora, testigo y victima de la catástrofe que se avecina, recorre las calles de su ciudad solo para contemplar el absurdo deseo del
hombre por sobrevivir, por encontrar refugio, por adelantar la muerte, en un cuento
donde la destrucción está a la vuelta de la esquina y en el que la muerte es la
única conclusión.
Pero hay otra premisa sobre el apocalipsis, una más
aterradora que una devastación total, y que, incluso, va en contra de la hipótesis de la muerte
como conclusión; Malcolm Bull lo pone de esta manera: "nos dirigimos a una meta
inalcanzable sin ninguna finalidad cierta". En el cuento "El peor apocalipsis", se esboza un escenario en el que las personas no perecerán por
catástrofe alguna o juicio divino, sino que todo permanecerá tal cual es, o sea, nada pasará, no habrá final, sino que seguiremos así, por los
siglos de los siglos. Dejando a la especie humana sin esperanza de un cierre, sin
la muerte y sin una conclusión que permita una redención de lo humano.
Pero, tal vez, el peor de los apocalipsis es el que se avecina, como sugiere el personaje de "Los escritores somos gente sensible": se acerca el fin del mundo narrativo.