POR: LUIS FERNANDO FONSECA.
A Antonio Tabucchi (1943 – 2012)
Yo no he aprendido la libertad en Marx:la he aprendido en la miseriaAlbert Camus
¿Existe en el mundo mayor mal para el alma que la <<moralina>>? Esa fuerza mortal que actúa con violencia sobre nuestras vidas, sojuzgándolas y corrompiéndolas, es el origen de la hipocresía. La desgracia que ha provocado su ingrata presencia en la humanidad no es universal porque hay quienes prefieren el cinismo a la sumisión, son los protagonistas de una nueva era, no temen el castigo por divino que sea.
Cuando se atrapa a estos apóstatas se les condena: excomunión, escarnio público, privación de la libertad. Todo para que el deseo los atormente, pero el encierro diluye la pena y su desgracia se disipa en leves molestias. La vida siempre premia a los “malditos” y ellos lo toman como una abnegada retribución, así lo deja ver Meursault en el presidio:
“Ese castigo (la prohibición de mujeres y tabacos para los reclusos) había dejado de ser tal para mí (...) Una vez más todo el problema consistía en matar el tiempo. A partir del instante en que aprendí a recordar, concluí por no aburrirme en absoluto (...) / Comprendí entonces que un hombre que no hubiera vivido más que un solo día podía vivir fácilmente cien años en una cárcel”1
La insensibilidad de estos seres torna más delicado su crimen, constituye una “circunstancia agravante” Hiere la buena intención de los inocentes sancionadores, que se irritan porque lo que hacen es plausible ante los ojos del moralismo de sus congéneres solo en ausencia de la desvergüenza de los imputados.
Pero la indiferencia del inculpado no es fortuita. Obedece a una constatación primaria, al hecho de vivir con la marca de una culpa injusta por el deseo no realizado: “...no sabía qué era un pecado. Se me había hecho saber, solamente, que era culpable; pagaba, no se me podía pedir más”2 (la letra de un tango es más clara: “arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”)3
A la máscara del exhausto la contradice, entonces, la condena a su propio ser. Ser que se convierte en culpa: “es la paradoja que no se puede resolver: uno vive como si estuviera castrado para no ser castrado”4
Se trata de cumplir la misión sancionadora: que el culpable final sea el deseo. Si eso no se da, se presenta la desesperanza, nada tiene importancia ya y el ser se abre a “la tierna indiferencia del mundo” Descubre la felicidad y se espera el final de un modo consecuente con todo <<El Proceso>> de la vida: “Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”5
Camus confirma saber bien que la costumbre de un hombre lo sobrepone ante la adversidad, a la vez que lo sume en la indiferencia en el transcurso de la vida. Sucede incluso si es inconsciente de su perentoria fatalidad ante las derivas de su entorno.
Quizá esta es la misma razón por la cual Jaques Lacan sentía, como todos, a “la muerte en los dominios de la fe. Hacen bien al creer que morirán, por supuesto ¡eso les da fuerzas! De no ser así ¿soportarían la vida que llevan? Si no estuvieran apoyados en la certeza de que hay un fin ¿acaso podrían soportar toda esta historia?”
“Si no fuera que el recuerdo de mi madre (...) me acorrala en esta vida con sentida devoción, no era yo quien aguantaba esta triste situación y el que así te contemplaba sin abrirse el corazón. Pero hay cosas, compañero, que ninguno las comprende, uno a veces se defiende del dolor para vivir como aquel que haciendo alarde del coraje y del sufrir no se mata de cobarde por temor de no morir”6
Sin embargo, quien escapa de la justicia después de cometer un delito está sobre todos los hombres si niega la virtud como la conocemos. Es el <<sobrenombre>> nietzscheano –en lugar del inadecuado ‘superhombre’ que circula en todas las traducciones al español–. “Al no sentir culpa, no había precio a pagar”7 reflexiona un homicida que busca ser comprendido. No le importa en absoluto matar, aunque si le preocupa asumirse como desalmado. Por eso no se angustia al repetir sus crímenes: “tan comprensivo consigo mismo que todo lo obrado comenzó a parecerle lógico y esperable (...) Creía que se arriesgaba para mitigar sus culpas”8
Los seres que conciben la felicidad lejana a la bondad, aquellos que toda su vida quisieron ser malos, no pelean contra el deseo. Son los que olvidaron para siempre las frases-respuesta al estilo: “qué vamos a hacer” o “habría querido responder, pero...”9 Se han vuelto dueños de su existencia y viven en la soledad más próspera que un humano puede imaginar, sin que el odio de los otros los afecte en lo más mínimo. Cuidado...
“A la gente le gusta creer que los asesinos son muy distintos de las personas comunes. También, que se entregan como corderos arrepentidos en actos de autoinmolación. Esto tranquiliza ciertos temores. En la mayoría de los casos no es así, no suelen invertir la polaridad de asesino a asesinado”10
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Cuando se abandona el orden establecido se presenta una singular nostalgia. Quien sin conocer el sexo busca con premura algo que estimule su reprimido deseo, se pregunta: “¿cómo (es) posible echar de menos lo que jamás se tuvo?”11 y encuentra su liberación en la perversidad. Entonces termina la tristeza y con ella el potencial rastro de arrepentimiento.
En todo caso –al hacerse esa pregunta– no se advierte que el placer está ligado al apetito de dominio del todo, a ese ser-uno-con-el-todo12 que, por inalcanzable, nos vuelve desdichados.
La religión llena el gran vacío en su intento por consolarnos y protegernos de lo externo, de lo que ha dejado de pertenecernos. En lo religioso están las acusaciones morales, de ahí se desprende que no se pueda comprender el vínculo entre lo aceptado y lo condenado.
Es inconcebible para un cristiano, por ejemplo, que la relación entre un mayordomo y una niña autista del tipo “molusco: indefensa, laxa, de retracción muscular lenta y plasticidad de cera”13 simbolismo del estupro, “no sea distinta, por su grado de contacto, a otras consideradas normales que también transcurren en medio de un abandono lejano que borra la existencia del otro”14
Es un peligro que la moralidad nos impida verlo (curioso porque la religión se impone, ante la ciencia y el arte, al responder a la interrogante sobre la finalidad de la vida), más aún cuando forma parte de la Literatura. Cada relato, constatación acaso, debe leerse desde un epígrafe de Nietzsche: “El arte existe para que no nos muramos a causa de la verdad”15 El peso de la vida que se nos ha impuesto es insoportable sin lenitivos, diría Sigmund Freud.
En el arte están, por un lado, lo apolíneo: los sueños, la “(deidad) de todas las fuerzas figurativas, (...) dios vaticinador (que) domina la bella apariencia del mundo de la fantasía”; por otro, está lo dionisiaco: la embriaguez, “ignorar todas las limitaciones y romper todas las barreras ya que en él se siente la eternidad de la vida, la vía sagrada”16
Uno de los atenuantes de la cruda realidad es el arte y sus satisfacciones ligadas a la sensibilidad, comúnmente confundidas con ilusiones.
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¿Los narcóticos nos tornan insensibles a la realidad o abren la puerta a otra de sus dimensiones? Son los placeres que despiertan las emociones, desaparecen lo subjetivo hasta el completo olvido de uno mismo. Se trata del regreso a lo que se extrañaba, a la naturaleza (¿de ahí la “función litúrgica del vino o la mitología del cáliz”?)17 El uso controlado del vino, por ejemplo, sirve para conocer e interpretar la cultura, el mundo en general. La embriaguez no conoce los límites de lo posible. “¿Quién no ha reconocido como hermosísima a una persona que la ceguera del vulgo reconoce como fea?”18
Claro que el uso descontrolado de la bebida produce alucinaciones, aunque eso también es posible en la locura producida por los libros, por las novelas de caballería que enloquecieron hasta el ingenio al conocidísimo hidalgo cervantino.
...”llegó el tiempo (...) de la venida de la asturiana (‘Maritornes era ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana’), la cual, en camisa y descalza, (...) entró en el aposento donde los tres alojaban (su amante, el manchego y Panza) en busca del arriero; pero apenas llegó a la puerta, cuando Don Quijote (...), tendió los brazos para recibir(la) (...) Tentóle luego la camisa, y aunque ella era de harpillería, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal (...) Los cabellos que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de arabia, cuyo resplandor al del mismo sol oscurecía. Y el aliento que, (...) olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció (...) un olor suave y aromático” (sic)19
Para nadie es secreta la relación del alcohol con los milagros, menos aún en la <<Leyenda del Santo Bebedor>>.20 Lo que sorprende es la unidad de un soñador misterioso (caballero de edad madura, “había decidido encausar la vida de los más menesterosos”) con Andreas, el borrachín (que “como muchos bebedores vivía del azar”) Añadida la vocación religiosa de los dos al primero le dio por convertirse al cristianismo después de haber leído la historia de Santa Teresa de Lisieux, el segundo “decidió –como suelen hacer todos los pobres y todos los bebedores– entregarse a Dios, al único en que creía”, además murió a los pies de una santa. ¡Esta historia es la alianza de Apolo (el sueño), Dionisio –Baco en la mitología romana– (la embriaguez) y la religión (Dios)¡
¿Acaso este tipo de arte es supremo al trascender lo real en todas las expresiones posibles?... Lo que sí se puede afirmar con certeza es que el disfrute de estas tres intensas sensaciones es el fin más anhelado: la <<felicidad>> que, por cierto, se registra de forma cabal en la literatura, de la cual es menester aseverar que si contiene hechos fríos, deben ser rápidos y elocuentes, sin final feliz, ni triste, tan real como su salvaje verosimilitud... Ya lo dijo usted Antonio Tabucchi:
“comprendí vagamente que un anima que erraba en el espacio del éter me necesitaba para relatarse, para describir una elección, un momento, una vida. En ese privilegiado espacio que precede al momento del sueño, y que para mi es el espacio más idóneo para recibir las visitas de mis personajes (...) nacía, gracias a la fuerza de la escritura, la historia de la vida de un hombre. Talvez en la inescrutable trama de los eventos que los dioses nos conceden, todo ello tenga su significado”21
Y si aún le quedan dudas o remordimientos (si algún resquicio de moralina aún anquilosa su alma), amable lector, puede que hasta tenga razón:
“Estamos convencidos de que la eficacia de la magia depende de la participación de un alto grado de veracidad. Sabemos que lo relatado es verdadero pero poco verosímil, nadie va a creer que los sucesos son ciertos: esa es nuestra trampa. La gente se halla desprevenida frente a los libros. Tienen una buena opinión de ellos, piensan que leer es siempre provechoso, o por lo menos inocuo. Leer hace mal”22
No hay certezas en este punto, resta una paradoja: “la filosofía parece ocuparse solo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse solo de fantasías, ¡quizá diga la verdad!”.23
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1 Camus, Albert. ‘El Extranjero’ Buenos Aires (Argentina), Emecé Editores, Segunda edición: 2005, pp.103, 104.
2 Ibíd. p. 151.
3 Le Pera, Alfredo. ’Cuesta Abajo’ tango, 1934.
4 Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Plaisir d’amour’, p. 148.
5 Camus, Albert. ‘El Extranjero’. Buenos Aires (Argentina), Emecé Editores, Segunda edición: 2005, p.157.
6 Le Pera, Alfredo y Battistella, Mario ‘Me da Pena Confesarlo’ tango, 1932.
7 Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Wally, el asesino agrario’, p. 25.
8 Ibíd. pp. 32 y 36.
9 Tabucchi, Antonio. ‘Sostiene Pereira. Una declaración’ Barcelona (España), Editorial Anagrama, Decimotercera
edición: 1997.
10 Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Wally, el asesino agrario’, p. 38.
11 Ibíd. p. 14.
12 “ser-uno-con-el-todo implícito en el contenido ideativo (sic) del <<sentimiento oceánico>>”; en: Freud, Sigmund. ‘El Malestar en la Cultura y otros ensayos’. Madrid (España), Alianza Editorial, 1970, ‘El malestar en la cultura’, pp. 7 – 17.
13 Tipo molusco, “es una de las dos variedades de los autismos precoces que hacen algunos autores”; en Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Eugenia convertida en obra de arte’, p. 65.
14 Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Eugenia convertida en obra de arte’, p. 70.
15 Nietzsche, Friedrich; citado en: Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005.
16 Nietzsche, Friedrich. ‘El Nacimiento de la Tragedia’ Madrid (España), Edaf, 1982.
17 Enunciados de Carlos Barral; En: Roth, Joseph. ‘La Leyenda del Santo Bebedor’ Barcelona (España), Editorial Anagrama, Octava Edición: 2006, prólogo, p. 12.
18 Ibíd. p. 13.
19 Cervantes, Miguel de. ‘Obras Completas’ Madrid (España), Anaya, 1987, ‘Don Quijote de la Mancha’.
20 Roth, Joseph. ‘La Leyenda del Santo Bebedor’ Barcelona (España), Editorial Anagrama, Octava Edición: 2006.
21 Tabucchi, Antonio. ‘Sostiene Pereira. Una declaración’ Barcelona (España), Editorial Anagrama, Decimotercera edición: 1997, ‘Nota de Antonio Tabucchi a la décima edición italiana’, pp. 181 – 182.
22 Chernov, Carlos. ‘Amores Brutales’ Buenos Aires (Argentina), Suma de Letras, 2005, ‘Plaisir d’amour’, p. 148.
23 Tabucchi, Antonio. ‘Sostiene Pereira. Una declaración’ Barcelona (España), Editorial Anagrama, Decimotercera edición: 1997, p. 27.