POR: MIGUEL MUÑOZ.
Trucho es la primera de una serie de pequeñas antologías
de cuentos que la revista Traviesa comenzó a publicar este año. Curada y
prologada por el escritor argentino Federico Falco, Trucho está conformada por
cuatro relatos breves de cuatro autores de diferentes nacionalidades: el
chileno Diego Zúñiga, el mexicano Federico Guzmán Rubio, el colombiano Javier
González y el argentino Hernán Vanoli.
Resaltar el país de origen de cada uno resulta un poco
inútil. Recorriendo Latinoamérica de norte a sur, la antología muestra que el
concepto de lo trucho es más o menos similar en todo el territorio. Y algo más
interesante: esta noción, que oscila entre la copia y el defecto, es esencialmente
latinoamericana.
El prólogo de Falco, “Truchada”, puede leerse, primero,
como un relato más; luego, como investigación en torno a lo trucho —que va
desde la antigua Roma hasta la era contemporánea—; y, finalmente, como una
precisa y condescendiente reseña de los cuentos que la preceden.
Un objeto de mucho valor tiene muchas más probabilidades
de ser falso si es encontrado en un país latinoamericano. Esto se dice en “Omega”,
el cuento de Zúñiga. El niño que lo protagoniza encuentra un reloj de esa marca
y ve su vida cambiar, pero no para mejor. No por la falsedad del objeto sino por
la de su portador. El reloj del cuento nunca funciona pero el simple gesto de mostrarlo
puede convencer a los demás de la valía de quien lo lleva. Eso es lo que
importa.
En “Las mañanitas”, Guzmán Rubio explora la caricatura de
lo mexicano en los Estados Unidos. No se trata solo de objetos, ni de la
gastronomía, se trata de personas. El
retrato de la inestable movilidad social americana es leído como una historia
de suspenso, aunque esto se deba, seguramente, a una sensación de complicidad.
Aquí una familia de mexicanos "trucha" su mexicanidad en aras de un sueño
americano que es duro y requiere siempre de trabajo, dejando a quienes lo
buscan en una alerta constante que solo se detiene en situaciones como la
que tiene el narrador en las últimas líneas del cuento.
T. S. Eliot escribió que los buenos poetas roban y
convierten lo robado en algo mejor, o al menos en algo único, diferente de
aquello de donde fue extraído. Con disculpas de los puristas, esto que dice
Eliot puede ser traspuesto para una lectura de “La marca”, el cuento de
González, que gira alrededor de Marilyn, una diseñadora de ropa que copia todo
pero con buen gusto. “Una moda copiada que imponía moda”, se dice en el relato.
Una sucesión de fragmentos breves y descriptivos le sirve al narrador para
construir la historia de una empresa de la que no sabemos el nombre, solo se
menciona a “la marca”, que está, más que en el armario, en la vida de todos los
protagonistas.
“Dos sables láser”, de Vanoli, consiste en varias
entradas discontinuas del diario personal del protagonista. Con un realismo
delirante, el cuento va de lo meramente narrativo a lo teórico: una definición
de lo trucho utilizada por Falco en su prólogo proviene de una explicación que le da el protagonista a su padre. El personaje que escribe el diario cambia conforme se va avanzando en
la lectura, en un punto podría decirse que es "truchado" por su compañero de
habitación —que se apellida Vanoli—, pero la copia resulta fallida, no cumple
las expectativas. Irónico, desbordante y mordaz, el relato de Vanoli destaca
como el de mejor factura, el que permite lecturas más diversas. En este caso,
el prólogo de Falco reduce las posibilidades de interpretación al detallar los
temas.