miércoles, diciembre 11

La poesía pictórica de Severo Sarduy

POR: MARIO MAQUILÓN

Severo Sarduy mezcla en sus poemas elementos de la vanguardia. En las formas a través del verso libre, los pasaje escritos en prosa poética, el poema a dos o tres columnas, la alternancia de versos en mayúsculas y en minúsculas que se unen en una misma estructura y que multiplican las posibilidades de lectura y por consiguiente de significados. Así como también en lo que respecta a los temas, a las imágenes.

Sarduy poseía una concepción muy particular de la escritura. Un rasgo de esta concepción, por ejemplo, otorga a los signos escritos un valor o una función poética de tatuaje, de ornamentación. Un ornato, pues, que no parece de ninguna manera algo meramente superficial o colateral en su obra escrita sino todo lo contrario. Para este punto es muy importante tomar en cuenta que Sarduy, además de ser novelista y poeta, también se dedicó a la pintura, por lo que esta visión pictórica se siente en su obra, especialmente en su trabajo poético. Otro punto importante es que Sarduy demuestra un completo dominio del lenguaje, no en vano sus maestros fueron Góngora y Lezama Lima, así como un dominio de las formas. Este control sobre las palabras y su uso le permite pintar con ellas, no solo en cuanto a significados se refiere sino también en cuanto a sintaxis y, más aun, en cuanto a formas.

Sarduy incorpora a su poética, a su narrativa, la idea de una escritura, por un lado, que es pura manipulación verbal, y de un lenguaje, por otra parte, que no sólo es concebido como expresión de ideas, como articulación de una materia plástico-sonora de carácter productor.

Es necesario recordar que dentro del número cuatro de Noigandres, la revista del movimiento de poesía concreta del Brasil, un grupo de poetas llegaron a la máxima materialización pictográfica del poema al des-semantizar los signos lingüísticos y quedar representados como signos exclusivamente pictóricos. Dicho con total rapidez: al transformar la poesía en pintura.

La poesía de Sarduy en Big Bang, como dije anteriormente, logra un nivel pictórico en el que evoca a través de imágenes. 

Polígonos de estuco. Cúpulas que en el agua reflejan. A cada cuerda tiembla la superficie, a cada voz en el rectángulo de la alberca se desplaza la sucesión de arcos, de sales que abren al jardín.

A primera vista, unos versos un tanto abstractos en significado ya que no evocan en el lector algo directo o un referente claro. Sin embargo, podemos apreciar la aparición de varias figuras geométricas, tales como los polígonos y los argos e incluso más adelante aparecerán cúpulas.

Los diversos poemas que constituyen Big Bang son oscuros pero al mismo tiempo son extremadamente brillantes. Algunos poemas evocan pinturas de Miró o Picasso, no en cuanto a referentes culturales sino en cuanto a estilo, si es que se puede hablar de estilo pictórico en poesía. De alguna manera, cada uno de los versos se constituyen en pinceladas dentro del imaginario del lector, con lo cual van formando imágenes y paisajes de otro universo, no son paisajes armónicos y florales, sino escenarios completamente geométricos y casi rituales, en donde impera otro orden, otra armonía.

La otra forma de pintar con los poemas que tiene Sarduy, y quizás la más visible, es la estructura de los poemas en sí. A simple vista se puede percibir que los poemas presentan una arquitectura y disposición especial. Poemas que están dispuestos en forma de elipse, otros en forma de pirámides, torres y estrellas. Es como si aquellas figuras que aparecen a nivel semántico se manifestaran también a nivel súper-sintáctico. Claro, estas disposiciones vuelven a relacionarse en sintaxis y en semántica en cuanto la lectura se ve afectada por la arquitectura del poema. Estas diversas edificaciones poéticas dan pie a varias interpretaciones pues no establecen un punto de partida único para la lectura.

Así Sarduy se constituye en un arquitecto y un pintor de la poesía capaz de crear mundos absolutos dentro de una página.