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Fotografía tomada del blog de Steve McCurry |
Eugène IonescoSi no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte.
I
Hace poco más de un año, Juan José Millás debatía sobre el
término consumo cultural, a propósito del recorte que el gobierno español
hacía al presupuesto cultural. Decía que el término lo ponía nervioso, que la denominación supone una
contradicción: "O es consumo o es cultura". Millás se cuestiona si acaso cuando
una persona lee un libro lo está consumiendo en la misma medida que consume
energía eléctrica cuando enciende un bombillo. Si es así, ¿sería justo
calificar como producto de consumo un congreso sobre la metáfora?
Millás no niega la característica contable de un libro:
"Hay quien lo escribe, quien lo edita, quien lo distribuye (...) alguien
que lo compra. Proporciona puestos de trabajo, genera actividad económica e
influye en el PIB". Pero, afirma el escritor, todo eso es puro engaño en
relación con los beneficios intangibles que proporciona su lectura. Así mismo,
ver una película, escuchar música clásica, ir a una exposición de arte no son
formas de consumo, sino formas de vida.
El escritor español concluye que no hay que darle a la cultura
la categoría de "bien de consumo". Porque, entonces, estamos reduciendo la
cultura a una categoría de lo prescindible. Avivando, de esta manera, el viejo
debate entre lo útil e inútil de las manifestaciones artísticas de la cultura.
Nuccio Ordine, filósofo italiano, propone una reflexión en
relación al mismo tema: la utilidad de lo que la sociedad contemporánea
entiende como inútil. En su libro La utilidad de lo inútil, Ordine arremete
contra el mundo utilitarista que considera que un martillo, un cuchillo o una
llave inglesa son más importantes que una sinfonía, un poema o un cuadro;
porque es fácil saber qué hacer con un utensilio, afirma, mientras que es
difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el
arte.
Ordine considera útil todo aquello que nos ayuda a hacernos
mejores. Mientras que la lógica común considera inútil las cosas que no tienen
un fin comercial o práctico, como la literatura. "El
desafío es que el vivir coincida con lo que es bueno para todos y no únicamente
con lo que creemos útil", afirma Fernando Balseca en un comentario al
mismo libro.
En un país evidentemente utilitarista y mercantilista, hay
que derrumbar los prejuicios que la sociedad tiene sobre las
manifestaciones artísticas. Hay que recobrar el valor del escritor, del pintor,
del actor, del artista en general, en una sociedad que lo considera un poco
menos que un hippie mal vestido. Hay que reclamar más espacios para escribir
sobre lo inútil, para defender manifestaciones poco prácticas. Por eso es necesario tratar, aunque Millás lo odie, la dicotomía: libros - consumo cultural, por eso es importante aprovechar los datos,
estadísticas, números, para saber qué está leyendo, viendo, escuchando la gente
para así reclamar, desde los diferentes espacios, las correcciones a las
políticas públicas en relación al fomento a la pintura, a la danza, al teatro,
a la lectura en el Ecuador. Impulsados por una profunda preocupación por lo
poco que se lee, por lo poco que se va al teatro, por lo poco se reclaman los espacios artísticos en Ecuador.
II
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Fotografía de Steve McCurry |
La encuesta muestra información interesante sobre nuestros hábitos
culturales:
Cine: Mientras el promedio de asistencia al cine en América
Latina es del 35%. Costa Rica con un 51%, Argentina con un 48% y Ecuador con un
47% se cuentan entre los países que más fueron al cine en el 2013.
Teatro: El promedio de asistencia al teatro en América
Latina fue del 12%, mientras Ecuador registra 13% de asistencia en el 2013. Los
países que más fueron al teatro fueron Costa Rica y Uruguay con un 19%.
Lectura: El 38% de los ecuatorianos, según la encuesta, dijo
haber leído por lo menos una vez en el 2013 por motivos profesionales o educativos,
mientras que un 37% dice no leer por ocio, entretenimiento o interés. México,
Costa Rica y Uruguay son los países donde la gente más lee, con índices de
lectura superiores al 50% mientras que Ecuador, con un 44%, se sitúa por encima
del promedio regional de lectura que es del 42%.
Libro: En relación al libro, Latinoamérica lee anualmente un
promedio de 3,6 libros. Por encima de este valor se sitúa México con 6 libros y
Uruguay con 5,4 libros leídos al año. Les siguen Argentina, Colombia y Brasil
con un promedio de poco más de 4 libros por año. Ecuador, por otro lado, se
encuentra por debajo del promedio de lectura regional con una media de 3 libros
al año.
Si estas lecturas son correctas y dando por sentado que se
puede cuantificar el denominado "consumo cultural", entonces, el índice de
lectura en Ecuador aumentó en relación al 2012 en el que, según una encuesta de la CERLAC, se leía medio libro al año.
Pero, ¿cuál es la realidad del libro en nuestro país?
¿Muestran estos números lo que realmente leen los ecuatorianos? ¿Qué pasa con
la calidad de lo que se está leyendo?
Luis Carlos Mussó, escritor guayaquileño, se muestra cauteloso ante estas cifras. Afirma que el supuesto aumento en la cantidad de libros que lee un ecuatoriano no necesariamente significa algo bueno: "Quiero decir que ahora golpean a las puertas de todos (lectores o no) las maquinarias publicitarias de los editores de bestsellers (libros de autoayuda, esoterismo, etc.) y de esa manera, se cumple el ciclo que el marketing espera."
Luis Carlos Mussó, escritor guayaquileño, se muestra cauteloso ante estas cifras. Afirma que el supuesto aumento en la cantidad de libros que lee un ecuatoriano no necesariamente significa algo bueno: "Quiero decir que ahora golpean a las puertas de todos (lectores o no) las maquinarias publicitarias de los editores de bestsellers (libros de autoayuda, esoterismo, etc.) y de esa manera, se cumple el ciclo que el marketing espera."
A este fenómeno mercantil lo acompaña la
superficialidad con que se afronta la lectura: "No se teme a la lectura;
los niños devoran libros y los adolescentes adquieren ejemplares de su saga
preferida (¿de moda?) que suelen ser volúmenes de muchas páginas. Se puede
investigar si la oferta es más variada, mayor. ¿Cómo averiguaríamos para
revisar la calidad de lo que se lee (aunque el término calidad esté más
emparentado con el mundo de los negocios)? ¿Aplicando una defensoría del
lector?"
Mussó sugiere la creación de una defensoría del
lector, es decir, un ente que regule la calidad de los libros que leen los
ecuatorianos. Una labor tradicionalmente delegada a los críticos literarios
que, se supone, deben ser el horizonte del lector en el mar de libros que se
publican cada año. Pero nada de eso existe. No hay una defensoría del lector y
los críticos, que sí existen, no cuentan con la tradición de publicar trabajos
sobre crítica literaria. Pero, siendo honestos, si un ecuatoriano difícilmente
lee una novela, mucho menos va a leer un libro que razone sobre una novela.
Que se lea poco en Ecuador es un problema en el que todos
tenemos responsabilidad. Desde el Estado, los gobiernos locales, las
universidades, la editoriales, los gestores culturales, profesores, escritores
e incluso los lectores formados. Cecilia Ansaldo, crítica literaria y
catedrática guayaquileña, afirma que la poca lectura es un problema endémico.
Un problema que inicia con un desapego del libro que comienza desde muy
temprana edad y se extiende hasta la adultez. "No hay lectura en el hogar,
los profesores de primaria y secundaria no trabajan lo suficiente por
incentivar la lectura, una cierta frivolidad juvenil se expande hasta en las
universidades donde los estudiantes resienten de los profesores que mandan
mucha lectura".
Si nos centramos en lo local, Guayaquil, las noticias son
aún más desalentadoras. Una noticia en diario El Telégrafo, muestra, parcialmente, los resultados de un estudio con grupos focales
realizados en la ciudad por Ipsos Consultores, llamada: "Qué lee Guayaquil". La
encuesta arrojó resultados alarmantes. Guayaquil no quiere una feria del libro.
Quiere una "feria cultural divertida". Y, en relación a los hábitos de lectura, a
los jóvenes guayaquileños les interesan libros como Bajo la misma estrella y sagas como las de Harry Potter, mientras que, en general, entre los libros
más leídos están los de Paulo Coelho.
Guayaquil se quedó sin Feria del Libro desde el 2013 y sin
Expolibro desde el 2012. Mientras el Ministerio de Cultura y Patrimonio
declara: "Dado que Guayaquil espera otras cosas, también tenemos que esperar
para satisfacer esa demanda". Como si se dieran por vencidos.
Como diciendo, si Guayaquil quiere una farra cultural le daremos una farra
cultural en la que invitaremos a Paulo Coelho para hacerlos bailar y luego
llorar. ¿Hacia dónde se dirige la cultura artística en Guayaquil?
III
"Somos una sociedad perezosa o desinteresada por leer", dice
Cecilia Ansaldo, "no tenemos ni una sola campaña de lectura que
se haya emprendido con constancia; las iniciativas de ferias de libros han sido
estériles en medio de errores y mala organización". En este marco, ¿cuál ha sido el papel del
Estado en el fomento a la lectura en un país en el que las grandes mayorías son
de niveles socioeconómicos bajos?
Por citar un caso, El 11 de febrero, mediante acuerdo
ministerial 23-14, el Ministro de Educación, Augusto Espinosa, liquida el
Sistema Nacional de Bibliotecas Camilo Gallegos Domínguez (SINAB) creado en
1986 y traspasa las más de 500 bibliotecas ya existentes al Ministerio de
Cultura y Patrimonio sin un plan previo. El acuerdo dispone transitoriamente
que el Ministerio de Educación seguirá a cargo de la administración de las
bibliotecas hasta que se firme un acuerdo con el Ministerio de Cultura. Es
decir, liquidan el SINAB pero lo siguen administrando porque no tuvieron un
plan previo de traspaso con el Ministerio de Cultura. (Intentamos comunicarnos
con el Ministerio de Cultura para pedir información actualizada sobre este
tema; seguimos esperando una respuesta concreta).
Lo interesante de esta liquidación es que en la disposición
transitoria del Acuerdo Ministerial 20-12 de enero del 2012 del Estatuto
Orgánico de Gestión Organizacional por Procesos, el Ministerio de Educación
determinaba que el SINAB seguiría cumpliendo sus funciones hasta que hayan sido
creados todos los circuitos educativos interculturales y bilingües. La pregunta
es, ¿ya se crearon todos los circuitos educativos para que hayan dado paso a la
liquidación del SINAB? La respuesta es obvia: no. Bastión Popular, por ejemplo,
un sector suburbano de Guayaquil, con una población de más de 80 mil
habitantes, no cuenta con una biblioteca pública y tampoco existe una Unidad
Educativa del Milenio, en las que se encuentran integradas las bibliotecas
comunitarias.
Pero, ¿por qué fue tan malo que se cerrara el SINAB?
El SINAB elaboró, en el 2013, un programa denominado Plan Nacional de Lectura y Escritura (PNLE) "Ecuador, un
país para leer", bajo la dirección de María Paulina Briones y elaborado por
Pablo Larreátegui y Liliana Garcés. Estaba previsto para ser ejecutado desde el mes de febrero del 2014, el mismo mes que fue liquidado el SINAB.
El plan comprendía la creación de bibliotecas comunitarias,
así como de clubes de lectura y escritura, cine-foros, concursos
literarios, talleres de creación, talleres de cómics, bibliotecas virtuales,
audio-bibliotecas. Programas como la mochila viajera, que consistía en llevar
un kit de lectura a comunidades que no tuvieran acceso a los centros culturales
o bibliotecas. En resumidas cuentas, el plan tenía mucho potencial.
El PNLE partía del hecho de que la lectura y la escritura debían
ser entendidas como actividades que el sujeto realiza simultáneamente con otros
procesos mentales y sociales que son determinantes en la compresión, y no como
actividades aisladas de otros factores. En otras palabras, la lectura está
relacionada íntimamente con la escritura y sirve como medio de comunicación,
que faculta a las personas a ejercer sus derechos y expresar su creatividad,
necesidades e ideas.
El plan de lectura y escritura había
identificado un problema evidente: la gran mayoría de los ecuatorianos no
tiene acceso a centros de documentación como bibliotecas y centros de acopio
históricos. Lugares como las bibliotecas de las universidades de Quito y
Guayaquil atienden a la población urbana, mientras que la población rural queda
fuera del área de influencia. "Parece una locura, dice María Paulina Briones,
que en el Ecuador del siglo XXI haya niños que no conozcan el libro como objeto
físico, es decir, que haya niños que nunca hayan tomado un libro en sus manos".
¿Necesitamos de planes de fomento a la lectura y de la
participación del Estado en estos?
Sí. La razón es una cuestión económica. El estado puede y
debe invertir recursos en planes de fomento al consumo cultural. Aunque sea
irónico que no exista en la Constitución ni en la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) ninguna alusión a la lectura, a su fomento y motivación y
menos que alguna institución deba generar planes de lectura y escritura en el
Ecuador.
El problema de la escasa lectura en el Ecuador también es
una cuestión socio-económica. La estadística del Observatorio Iberoamericano de
la Cultura muestra que a mayor nivel socio-económico, es más frecuente la
participación de los sujetos en eventos culturales. Así, en cine, más de las
tres cuartas partes de la población encuestada con ingresos bajos (81%) no
había acudido al cine en los últimos 12 meses. En teatro, el 86% de las
personas con nivel socio-económico bajo nunca había asistido al teatro. En relación al libro, los
datos indican que mientras un 62% de la población perteneciente a la clase baja
admite no haber leído nunca un libro, los porcentajes se van reduciendo,
llegando al 46% de personas de clase media y al 31% entre aquellos de niveles
socio-económico altos (cifras regionales).
Mónica Ojeda, escritora y docente, se alinea a estas
cifras y reclama la presencia del Estado con políticas públicas que permitan
el acceso de los ciudadanos a un buen libro. Ojeda afirma que el nivel
socio-económico impide a los ecuatorianos acercarse a una librería en donde los
libros cuestan 15, 20 o 30 dólares. Además, afirma, en Ecuador "el acceso
a libros de forma gratuita es complicado. Sólo las personas con cierto nivel
económico pueden darse el lujo de armarse una biblioteca personal, el resto
puede que no vaya a abrir un libro en años porque el Estado no se ha encargado
aún de levantar un sistema de bibliotecas públicas eficiente y bien surtido.
Pienso que si tenemos un problema de lectura, como muchos afirman, se debe,
entre otros factores, a la inaccesibilidad. ¿Cómo voy a ser un lector si no
puedo entrar en algún sitio a curiosear y a decidir qué es lo que me interesa
leer? ¿Cómo voy a aventurarme a leer cosas distintas si no tengo
opciones?"
En Ecuador se lee poco, afirma Ojeda, no por apatía
generalizada, sino por una cuestión socio-económica que convierte a la lectura
en una actividad de clase media dentro de un país donde los índices de pobreza
son altos: "Tenemos un salario básico que no cubre la canasta básica, como
quieren hacernos creer. No gozamos de una red de bibliotecas públicas que
garanticen el derecho a la igualdad de oportunidades en materia de educación.
Las personas tienen necesidades apremiantes y comprar un libro es un lujo, pagar un servicio de Internet es un lujo. El responsable de esta situación es
el Estado, que es la entidad que debería encargarse de reducir estas brechas.
La gestión cultural es algo fundamental, sí: que las editoriales, los centros
culturales y las universidades se involucren me parece genial. Pero la realidad
es que estos eventos podrán despertar la curiosidad de un potencial lector
siempre y cuando pueda comprarse un libro o acceder a internet o tenga cierta
tranquilidad laboral y económica y, además, el tiempo. Quiero decir: sobrevivir
es más importante que leer".
Solo se necesita indagar superficialmente en lugares como
Bastión Popular, donde el 90% de las personas que viven en este sector son de un
nivel socioeconómico bajo, para saber que la lectura no está en sus
prioridades de consumo. Que 354 dólares (salario mínimo en Ecuador) son
insuficientes para pagar las planillas de servicios básicos, la comida,
educación, salud, vestimenta y además de eso, comprar un libro.
No hemos hecho lo suficiente, afirma Luis Carlos Mussó. Hay
múltiples discusiones sobre las verdaderas razones por las que los ecuatorianos
no leen. Unos se inclinan a pensar en argumentos económicos, en la tan mentada
batalla entre la imagen y la palabra impresa, en que las prioridades no son las
de la lectura. Algunos argumentos pueden ser incluso rebatidos: hay dinero para
el consumo de diarios y revistas, para objetos suntuarios y de diversión, así
que se puede pensar en direccionar esos recursos, afirma Mussó. "Se lee
poco, esa es la realidad. Y somos responsables todos los eslabones de esa
cadena editorial: desde los autores, pasando por el Estado, los editores,
libreros, publicistas, lectores. No hemos hecho lo suficiente. O lo hemos hecho
mal en materia de educación: es visible aquello en lo que nos han convertido,
como colectivo, tanto los años de escuela como los de recibir la educación de
los mass media. Desde el Estado y desde la iniciativa privada, las políticas
deberían aglutinar el esfuerzo de los actores más sagaces. Pero las campañas
han tenido frutos modestos: hay algo en el terreno que parece no acoger la
semilla."
IV
"En Guayaquil no pasa nada. Todo sucede en Quito". Un lugar común al que mucha gente acude cuando quiere graficar la cultura
artística en la ciudad. Pero, ¿es verdad? ¿no pasa nada en Guayaquil? (Solo
como referencia, en el mes de noviembre, en el marco del III Festival Internacional Desembarco Poético,
se canceló, a último momento, una charla en la que participaban el poeta
Ernesto Carrión y el escritor ibarreño Huilo Ruales, porque no había público.
Entonces sí, sí pasan cosas culturales en Guayaquil.)
Nombrar a todos los gestores culturales, los espacios,
festivales y encuentros que sucedieron este año en Guayaquil sería
improductivo. Pero es importante mencionar a la red de Gestores Culturales
Independientes de Guayaquil (GCIG) que cuenta con más de 36 miembros entre personas y colectivos culturales dedicados
a fomentar la cultura artística en la ciudad. La red cuenta con líneas de
trabajo que van desde el fomento o creación de políticas públicas en torno a la
cultura artística en el país y muy específicamente en la ciudad, hasta la gestión
de espacios y público partiendo del hecho que la improvisación y el eventismo
no han traído bienestar y que trabajar
aislados no los va llevar a ningún lado.
Cada uno de estos gestores y espacios cuenta con una
programación permanente durante todo el año. Muégano Teatro, Microteatro, La Casa Clandestina, Casa Fantoche, La Buseta, SUMA, La Garza Roja son sólo unos
ejemplos de los colectivos que conforman esta red y una clara evidencia de que
en Guayaquil sí hay cultura, sí hay fomento, pero, y todos estamos de acuerdo
en esto, en Guayaquil no hay público.
Los gestores y espacios culturales parecen pelearse por el
reducido público que consume cultura. Que al final del día son las mismas
personas. ¿Dónde está el nuevo público? ¿Qué están haciendo los espacios
culturales con trayectoria de la ciudad, el Estado para cambiar esta realidad? La programación de la Casa
de la Cultura Núcleo del Guayas, por ejemplo, no luce muy amigable para captar
nuevos públicos: lectores, cinéfilos, jóvenes que vayan al teatro no porque sus
profesores los obligan o porque las funciones sean gratuitas, sino porque en
realidad les interesa lo que sucede con la cultura. Los museos de la ciudad no
han podido llegar ni siquiera a las personas de las comunidades aledañas. Los
habitantes del cerro Santa Ana hablan de "los muñecos viejos" cuando
se les pregunta sobre los museos y exposiciones ubicados a unas cuantas cuadras
de sus casas.
Pero existen propuestas independientes que, con pocos
recursos, han logrado transformar la idiosincrasia de los guayaquileños de ciertas zonas de la ciudad. En
Bastión Popular, por ejemplo, hay una pequeña biblioteca comunitaria que con
más de quince años de continuo trabajo, brinda a la comunidad un servicio tan
importante como es el acceso gratuito a un buen libro.
En la biblioteca, fundada por misioneros cristianos y parte
de la Escuela Esperanza de Bastión que brinda educación gratuita a niños de
zonas vulnerables en el noroeste de Guayaquil, las personas no sólo tienen
acceso a títulos relacionados a la fe cristiana, sino que también encuentra
libros sobre ciencias, humanidades y literatura en general. Desde los poemarios
de Pablo Neruda, Antonio Machado y Walt Whitman, los cuentos y novelas de Jorge
Luis Borges y Mario Vargas Llosa hasta las obras de Pablo Palacio y Joaquín
Gallegos Lara. "Cuando llegamos al Ecuador observamos que no había una
cultura de lectura entre la mayoría de las personas. Era fácil
observar a las personas sentadas en transportes masivos mirando al vacío en
lugar de tener un libro en la mano", dice Timothy Horne, fundador de la escuela.
Mauricio Montiel, joven de 25 años, vive en el bloque 6 de
Bastión Popular. Montiel creció con la biblioteca. Él, estudiante
universitario, resalta el papel que esta pequeña y muchas veces limitada iniciativa ha tenido en su educación y formación como persona.
Mauricio va a la biblioteca de la escuela Esperanza de
Bastión a buscar libros relacionados con historia, debido a que su carrera
universitaria se lo exige; pero, además, lee literatura universal porque quiere
hacerlo. Montiel cree que los retos para la biblioteca son grandes: expandirse
y abrirse más a la comunidad, crear un club de lectura para niños y adultos,
para de esta forma garantizar la apertura del lugar a más personas de la
comunidad, estos son algunos de los desafíos que tiene la escuela apunta Montiel. Aunque un club
de lectura no necesariamente signifique el fomento a la lectura, como dice
María Paulina Briones, ya que a los clubes de lectura van lectores formados.
Pero es indudable que hay mucha gente del sector que va a la biblioteca porque sabe que puede prestar un libro sin costo alguno.
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Escuela Esperanza de Bastión |
V
¿Para qué? ¿Por qué leer, escuchar música, ir al teatro, ver
una película? ¿Por qué seguir insistiendo? Este video, Muertos de hambre, con una terrible carga románticona, hace una pregunta importante: "¿Sería nuestro mundo el
mismo si nunca hubieran existido Neruda, Borges, Machado, Whitman?"
Agreguen a la lista el nombre de su actor, cantante, escritor, músico, bailarín
favorito y respondan. Necesitamos el arte, aunque esta no sirva para nada,
necesitamos la lectura aunque esta no tenga un fin práctico.
Juan José Millás afirma que una persona verdaderamente
peligrosa es la que un fin de semana se queda en casa leyendo. Esa persona es
una bomba, dice, "ya que la realidad está hecha de palabras. Quien las
domina tiene más capacidad de destrucción que un experto en explosivos. Si un
grupo de lectores alcanzaran el tamaño de una masa crítica, terminarían
generando un discurso más dañino que una bomba."
La lectura es un pilar importante en el desarrollo psíquico,
moral e intelectual de una persona, dice Cecilia Ansaldo. "Leer es
apuntalar la capacidad de pensar, de analizar, de mirar críticamente la
realidad. Si se quiere una masa pasiva, acrítica, seguidora de consignas, a los
poderes –cualquier clase de ellos– no le interesará contribuir con la
lectura", dice.
"La lectura nos da las herramientas para luchar por una
libertad intelectual, para construirnos a nosotros mismos, para mirar más allá
de nuestro entorno y de nuestros cómodos intereses, en fin, para pensar",
dice Mónica Ojeda.
La lectura es importante porque es bella. Porque nos hace
más sensibles. Porque procura placer, porque viajas a través del tiempo y del
planeta. Porque emociona. Porque mejora la memoria. Porque informa. Porque estimula la imaginación y la duda. Porque agiliza el
lenguaje y la escritura. Porque entretiene e instruye. Porque te ayuda a ser
crítico de lo que estás leyendo. Por amor al cambio y la inteligencia. Por todo
esto es importante, según algunos gestores, artistas y lectores de Guayaquil. Y porque también es importante razonar, aprender, disfrutar de las
cosas que no sirven para nada.
