POR MIGUEL MUÑOZ
Hace casi dos años, durante los días de la feria del libro de Guadalajara, unos cuantos poetas jóvenes, casi todos mexicanos pero también algunos extranjeros, se reunieron en una serie de actividades paralelas bajo el sonoro nombre de “perros románticos”. Una noche, en uno de esos eventos, apareció Tálata Rodríguez con sus poemas no para leerlos, porque se los sabe de memoria, ni para recitarlos o cantarlos, sino más bien para relatarlos en una especie de rap a capela. Otro día, esta vez sí en el recinto ferial, ésta colombiana radicada en Buenos Aires presentó su libro Primera línea de fuego (Tenemos las Máquinas, 2013), un pequeño volumen de nueve poemas que incluye códigos QR que a su vez llevan a nueve videos, nueve performances, de Tálata Rodríguez.
Ante una propuesta así, uno se siente tentado a hablar de tecnología y vanguardia, por mencionar dos formas de la fantasía, pero la verdad es que, como sostiene Fabio Morábito, la poesía tiene menos que ver con la escritura que con el aliento, la voz y el sonido. Eso, nada más, es lo que Tálata Rodríguez demuestra y sobre lo que conversamos brevemente. Junto a esta entrevista, publicamos tres de sus poemas aquí.
¿Cómo comenzaste con los videos?
Ya tenía una idea de cómo hacerlos porque mi mamá había hecho producción para la televisión y videoclips para bandas. Pero, en realidad, empecé a escribir los textos primero y un día se me acercó un videasta y me dijo que teníamos que hacer un video, que así se notaría cómo los digo de memoria y tal. Después desarrollé más el concepto y fui incorporando a la gente como público espontáneo. Para eso empecé a trabajar en espacios no convencionales: en una cancha de fútbol, en un taller mecánico, en el subte, en Colombia filmé en el teleférico. Lo que me interesa destacar es que más que un libro tengo un canal de YouTube. Me interesa la literatura que va por fuera del libro, de la que usualmente decimos “esto no es literatura”.
¿A qué le dedicas más atención, a la escritura o a su puesta en escena?
Me esfuerzo más en la puesta en escena. Cada video lo elaboro mucho conceptualmente, juego con todo el imaginario de otros relacionados que pudiera haber. Cuando hice el del taller, antes miré todos los videos de talleres con mujeres que encontré y todos eran de venta de lubricantes o de mujeres en bolas bailando reguetón. Un poco intento que ese lenguaje, esos símbolos de esos videos que encuentro queden plasmados de forma poética en los que yo hago.
¿Por qué te inclinaste por la poesía y no, por ejemplo, por la música?
De hecho, lo primero que hice fue letras de canciones, como una cosa personal, mi pareja era músico. Cuando me separé, me quedé sin el guitarrista que sacaba la melodía para mis letras. Así que me quedó la letra sola y me di cuenta de que el texto solo valía muchísimo y que no necesitaba apoyarlo, como si fuera una muleta, en nada. Si yo lo trabajaba, adquiría mucha más potencia a que si lo hubiera convertido en canción. El texto, así solo, puede ser poesía y música a la vez. Al final, la poesía siempre tiene musicalidad.
Cuéntame un poco de Primera línea de fuego, el libro que presentaste en la FIL Guadalajara
Tengo una experiencia previa que también es multidisciplinaria, un libro de poemas y dibujos que hice a los 5 años con mi padre. Treinta años después, hice este libro que tiene mucho que ver con el primero, como un desarrollo más en lo contemporáneo.
Pero sigue siendo un libro de formato convencional
Sí, pero no, porque tiene códigos QR que se escanean y sale un video. Así, uno podría asistir a tres tipos de lectura simultánea: leer el poema, escucharlo recitado y ver el video.
¿Crees que el libro en papel sigue siendo la aspiración final del escritor?
No, no estoy de acuerdo. Me parece muy cerrada la idea de que la literatura es solo lo que sucede dentro de un libro; por eso mis textos son anécdotas de vida, mis héroes son personas que conocí.
¿Es un medio más, entonces?
Para mí, el libro es como un pasaporte, un documento de registro donde queda plasmado algo. Me interesa lo que va más allá, el libro es solo lo formal, porque todavía hay cierto entendimiento en torno a él como forma o estructura. No me veo en el futuro pero creo que voy a desarrollar más el canal y lo que va por fuera, juntar un nuevo público.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto? ¿En qué te interesa incursionar?
Estoy trabajando en un nuevo poemario que editaré con Mansalva el próximo año. En general, quiero trabajar con material residual, con mails, con la papelera de reciclaje, con chats y mensajes de texto. Para mí, el chat es una nueva dramaturgia, los emoticonos son un nuevo esperanto, internet es un libro gigante que nadie terminó de escribir y nadie va a leer completo jamás.
Ante una propuesta así, uno se siente tentado a hablar de tecnología y vanguardia, por mencionar dos formas de la fantasía, pero la verdad es que, como sostiene Fabio Morábito, la poesía tiene menos que ver con la escritura que con el aliento, la voz y el sonido. Eso, nada más, es lo que Tálata Rodríguez demuestra y sobre lo que conversamos brevemente. Junto a esta entrevista, publicamos tres de sus poemas aquí.
¿Cómo comenzaste con los videos?
Ya tenía una idea de cómo hacerlos porque mi mamá había hecho producción para la televisión y videoclips para bandas. Pero, en realidad, empecé a escribir los textos primero y un día se me acercó un videasta y me dijo que teníamos que hacer un video, que así se notaría cómo los digo de memoria y tal. Después desarrollé más el concepto y fui incorporando a la gente como público espontáneo. Para eso empecé a trabajar en espacios no convencionales: en una cancha de fútbol, en un taller mecánico, en el subte, en Colombia filmé en el teleférico. Lo que me interesa destacar es que más que un libro tengo un canal de YouTube. Me interesa la literatura que va por fuera del libro, de la que usualmente decimos “esto no es literatura”.
¿A qué le dedicas más atención, a la escritura o a su puesta en escena?
Me esfuerzo más en la puesta en escena. Cada video lo elaboro mucho conceptualmente, juego con todo el imaginario de otros relacionados que pudiera haber. Cuando hice el del taller, antes miré todos los videos de talleres con mujeres que encontré y todos eran de venta de lubricantes o de mujeres en bolas bailando reguetón. Un poco intento que ese lenguaje, esos símbolos de esos videos que encuentro queden plasmados de forma poética en los que yo hago.
¿Por qué te inclinaste por la poesía y no, por ejemplo, por la música?
De hecho, lo primero que hice fue letras de canciones, como una cosa personal, mi pareja era músico. Cuando me separé, me quedé sin el guitarrista que sacaba la melodía para mis letras. Así que me quedó la letra sola y me di cuenta de que el texto solo valía muchísimo y que no necesitaba apoyarlo, como si fuera una muleta, en nada. Si yo lo trabajaba, adquiría mucha más potencia a que si lo hubiera convertido en canción. El texto, así solo, puede ser poesía y música a la vez. Al final, la poesía siempre tiene musicalidad.
Cuéntame un poco de Primera línea de fuego, el libro que presentaste en la FIL Guadalajara
Tengo una experiencia previa que también es multidisciplinaria, un libro de poemas y dibujos que hice a los 5 años con mi padre. Treinta años después, hice este libro que tiene mucho que ver con el primero, como un desarrollo más en lo contemporáneo.
Pero sigue siendo un libro de formato convencional
Sí, pero no, porque tiene códigos QR que se escanean y sale un video. Así, uno podría asistir a tres tipos de lectura simultánea: leer el poema, escucharlo recitado y ver el video.
¿Crees que el libro en papel sigue siendo la aspiración final del escritor?
No, no estoy de acuerdo. Me parece muy cerrada la idea de que la literatura es solo lo que sucede dentro de un libro; por eso mis textos son anécdotas de vida, mis héroes son personas que conocí.
¿Es un medio más, entonces?
Para mí, el libro es como un pasaporte, un documento de registro donde queda plasmado algo. Me interesa lo que va más allá, el libro es solo lo formal, porque todavía hay cierto entendimiento en torno a él como forma o estructura. No me veo en el futuro pero creo que voy a desarrollar más el canal y lo que va por fuera, juntar un nuevo público.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto? ¿En qué te interesa incursionar?
Estoy trabajando en un nuevo poemario que editaré con Mansalva el próximo año. En general, quiero trabajar con material residual, con mails, con la papelera de reciclaje, con chats y mensajes de texto. Para mí, el chat es una nueva dramaturgia, los emoticonos son un nuevo esperanto, internet es un libro gigante que nadie terminó de escribir y nadie va a leer completo jamás.