Caninos, de Mónica Ojeda. Editorial Turbina, 2017. 43 Páginas.
POR LISSETTE MONTILLA
El deterioro de los dientes, las encías pálidas y la pérdida de la dentadura son signos del paso de la vida (sobre todo cuando hay enfermedad y vicios) con los que Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) ha jugado en su pequeño libro Caninos. Este es un relato sobre una familia que se ve afectada por la enfermedad del padre (alcoholismo y, quizás, trastornos mentales) y buscan sobrellevar el asunto como mejor le parece a cada uno. La historia se cuenta mediante una interacción entre el presente y el pasado, lo que ayuda a profundizar un poco en la dinámica familiar.
En el cine, en la televisión y sobre todo en la literatura se ha humanizado siempre a objetos y animales. El gato Chesire, Mickey Mouse, la rosa del Principito, la esfinge de Edipo Rey, el hombre bicentenario de Asimov, son algunos ejemplos. En este libro, sin embargo, ocurre lo contrario: se muestra la animalización del ser humano. El único personaje que tiene un nombre propio es la mascota de la familia, el perro Godzilla. Al resto de los personajes se los identifica con los epítetos de Papi, Mami, Ñaña e Hija. Esta falta de nombres propios remarca su deshumanización, reflejando irónicamente una parte de la realidad actual. Nos olvidamos de nuestra humanidad y tenemos mayor consideración por un animal que por una persona. "Paseaban a Godzilla por el barrio y juntos le ladraban a otros perros con bozales, lazos o ropitas de niño de dos años", dice el narrador sobre Hija y su mascota.
Vemos a esta familia destruida por el alcoholismo de ambos padres. Las niñas prefieren que no estén sobrios, ya que según ellas "borrachos se reían, se carcajeaban y les permitían encerrarse en su habitación. Borrachos eran mejores padres". Como es lógico, esta situación afecta al desarrollo de las hermanas, haciendo que el personaje de Hija adopte el rol de madre de Ñaña, buscando protegerla de los arrebatos sentimentales de Padre, que la asusta. De los personajes que aparecen en el libro el que sirve de bálsamo de cordura al personaje de Hija es el de la Ñaña, a pesar de que no se da a conocer mucho de ella. Mientras del padre se muestra, a pesar de todo, una cierta relación con sus hijas (y de la mamá, una postura más fría), a Ñaña solo se la conoce como alguien que necesita una figura materna, haciéndola un poco débil emocionalmente.
Hay momentos en que el libro se torna difuso debido a la cantidad de flashbacks, se hace difícil definir un periodo de tiempo en el cual situar la historia. Entre momentos se cuenta cuando el padre ya ha muerto e Hija ya se ha ido de la casa, regresando sólo para visitas ocasionales. Luego se nos transporta a determinados momentos del pasado, como por ejemplo la pérdida de la dentadura del padre o de sus intentos por dejar de tomar y cómo estos le producían el síndrome de abstinencia. En esos flashbacks, vemos también la relación con Mamá, distante y fría, mostrando poca importancia por sus hijas, siendo para este personaje más importante sus vicios que sus hijas. Esto hace de Caninos un relato de un terror sutil y a la vez perturbador por su realismo.