Es complejo llegar a retratar todos los aspectos de una
persona, es por eso que Calderón Chico necesitó libros enteros para las
entrevistas que ha realizado a varios escritores y personajes, que, más que sus
entrevistados han sido sus amigos entrañables, con los que ha conversado en
lugar de interrogado.
“Capítulos que se le olvidaron a Cervantes” como dijo Juan
Montalvo, es un ensayo de imitación de un libro inimitable, este breve
documento intenta ir por el mismo camino, imitar una labor inimitable.
Todo empieza con un recorrido por su casa, que es más bien
una gran biblioteca, entre libros en la sala, la cocina, el clóset, e incluso
en el baño, la conversación toma cuerpo…
…Su biblioteca es impresionante…
Tengo 54 años recién cumplidos, visito hace 38, 40 años los
puestos de libros usados, y esta es la causa de esta biblioteca de más de 22
mil volúmenes. En las librerías guayaquileñas, que me conocen todas, me llaman
cada vez que tienen nuevos libros, ellos me dan facilidades, créditos, es un
poco para estar al día. Esto me ha llevado a armar mis cuestiones con los
escritores, con los intelectuales, y leo todo, todo lo de Ecuador. Desde los
escritores de dudosa condición humana, pero buenos escritores, hasta la
búsqueda de archivos, las colecciones de revistas, todo eso me ha dado
información muy rica para toda la generación del 30, para el siglo XIX. Todo
esto me ha hecho rara vez ir a una biblioteca. A base de eso he estructurado
mis libros de conversaciones con grandes personajes. Yo no pregunto huevadas:
cuando nació, y cómo nació y por qué usa la raya en medio y por qué se betuna.
Eso déjale a nuestros jóvenes periodistas ignorantones, de la mayoría de los
diarios, que están desesperados por publicar mañana, si no no completan la
quincena. Yo no hago eso, nunca he hecho eso, ni cuando trabajaba en Meridiano;
todas mis entrevistas son extensas.
¿Sus lecturas entonces lo llevaron a conocer o relacionarse
con los escritores que entrevistó?
Así es, yo he tenido más suerte con los viejos (los
escritores), porque he sido alguien que se metió desde muy joven en los
archivos, en esos rostros antiguos y papeles viejos, evocando el bello título
de José Pino de Icaza. Me acerqué a ellos, tuve la suerte de ser editor y
coordinador cultural del suplemento cultural del Diario El Meridiano con
Artieda (Fernando) a quien le debo lo malo, lo feo y lo sucio del periodismo. A
él le debo mucho. La cercanía a este suplemento, las entrevistas que tuvimos
con Artieda, me acercaron mucho más. Mis publicaciones de antologías de cuentos,
tuve la revista Puño y Letra, con dos números, y eso me hizo ya un poco
conocido en el medio. Con todo esto, me comencé a empapar de estos viejos, a
Pedro Vera lo leí todo, y con el pasar de los años le planteé un libro de
conversaciones y dijo bueno, nos sentamos dos días en un hotel, todo se vino.
Él me dio información y me pasaba recortes, además yo andaba siempre detrás de
las revistas, yo he sido siempre un buscador de las revistas del Ecuador.
¿Revistas literarias?
No solo literarias, de las revistas económicas, de las
revistas de historia, de todo. Ahí tienes (señalando a un rincón de la casa
donde se encuentra la cocina, en la que solo se fraguan letras), todos esos
pisos, todas son revistas de historia del Ecuador. Esas revistas que yo las leía,
y las sigo leyendo, me han dado información riquísima, soy un lector de
revistas. Esa rica cantidad de lectura, de mi curiosidad, me dio información
enorme sobre las generaciones intelectuales anteriores, por eso me es fácil
reconstruir a Pedro Vera, a Leopoldo Benítez Vinueza, con todos ellos tengo un
libro de conversaciones, con Jorge Enrique Adoum, con Alfredo Pareja
Diezcanseco, que ya va a circular este año. Mi libro “3 Maestros” que son
conversaciones de 270 páginas, Leopoldo Benítez Vinueza, Ángel F. Rojas y el
vago entre comillas de Adalberto Ortiz. Es decir, porque he leído hasta la
saciedad sus obras.
He leído a Montalvo en la Biblioteca Municipal de Ambato;
leí toda la obra de Carrión en su momento, él marcó mi vida de joven lector, a
los 18 o 20 años. Todo esto me enriqueció y me dio facilidad de ir armando
cuestionarios y algún día buscar a los viejos.
¿Con quién le habría gustado armar un libro de
conversaciones?
Me hubiese gustado hacer un libro con Benjamín Carrión, a
quien conocí una noche, de ocho de la noche hasta las dos de la mañana, no
queríamos parar cuando le dije que me retiraba, después de haberle explotado
entre comillas toda su sabiduría y su gran don de gente. Él fue el primer
hombre que me hizo llorar, como yo lo digo siempre, para que los perversos lo
analicen, el fue el primer hombre por el que lloré. He llorado por cuatro (su
voz se debilita, hasta cortarse al recordar, con los ojos cristalizados de la
añoranza, a los viejos amigos ya idos), Carrión (Benjamín), Pedro Jorge Vera,
Manuel Medina Castro, Paco Parra Gil, se me fueron partes de la vida en esos
instantes, amigos entrañables, viejos todos ellos.
A usted con todos
ellos, más que una simple entrevista, los unía entrañables lazos de amistad
Así es mi querido tocayo, todos ellos marcaron mi formación,
Carrión, este hombre tan viejo, noble y grande de ochenta años, lloraba sobre
mi hombro…
Pedro Vera y sus bellas sinvergüencerías, me pedía que se
las ocultara a sus ochenta años. Todo esto me ha ligado a estos viejos, por eso
he escrito y publicado libros de conversaciones con grandes hombres. Se
formaron mis entrevistas cuando sentí la necesidad de acercarme a estos hombres
de gran condición humana, de grandes cagadas en algunos momentos de sus vidas
porque tampoco son santos.
Y algo más, nunca he hecho entrevistas para el día
siguiente, Diners me pedía una entrevista y se la entregaba 15 días después, y
todas mis entrevistas están en libros extensos: Rojas es un libro, Leopoldo
Benítez, un libro, Adalberto Ortiz, Adoum, Pedro Vera, Alfredo Pareja
Diezcanseco, y te digo, es amistad.
Para armar libros enteros con sus entrevistas, debió guardar
algún tipo de registro
Yo soy un hombre de registros, Carlos, yo armaba fichas,
todo está estructurado así, yo hacía una larga ficha, que obviamente era una
especie de ayuda memoria de la que me abría dadas las circunstancias, y se
formaron todos mis libros. Yo creo que, modestia aparte, ya sirven para el
análisis de la literatura y de la historia y de la cultura del país para el que
quiera citarlo. Y están citados en los estudios de estos grandes hombres. Nadie
puede estudiar al Ecuador en el que Carlos Julio (Arosemena) jugó 50 años un
papel fundamental, lamentablemente si no lee mi libro. Son 250 páginas, 536
preguntas.
Carlos Julio Arosemena fue uno de los entrevistados más
conocidos
Carlos Julio… la gente me pregunta si he chupado con él, no,
no. Cuando yo armaba las conversaciones con él solo le decía, “doctor no se
olvide de mi juguito” y me tenía dos, tres botellitas de jugo (comenta entre
risas) y no comíamos nunca, cuando ya eran las once de la noche salíamos a
comer a lugares exclusivos. La primera entrevista con él fue en el año 83 y se
publicó en Diners y le agradé. Nos hicimos amigos, lo cuento ahí mismo, en el
libro, 15 años de amistad, y cada vez que podíamos él me llamaba para conversar
sobre el país. Nunca tuve apuro de publicar, 15 años pasaron en esas
conversaciones. Cuando le llegaba la
parca, la muerte, le dije voy a actualizarlo, y Carlos Julio estuvo encantado, pero
se cae en esos días y me recibe casi en cuatro andadores, con ésa hacíamos la
cuarta entrevista en 15 años. Le propuse a Planeta (la editorial) el libro, le
gustó, me esmeré y les pedí un prólogo a Enrique Ayala y a Xavier Ponce,
hombres cultísimos, y estuvieron encantados. El libro fue un éxito de venta en
8 meses, y se sigue vendiendo porque es un libro rico y polémico sobre él, yo
hago una introducción adelante donde cuento cómo sentía un poco de temor ante
la figura de él.
Para la quinta entrevista, con la que hubiese cerrado el
libro, me llamaron y me dijeron que se había vuelto a caer y que ya no podía ni
siquiera hablar. Le llevé a Carlos Julio el libro, cuando él ya agonizaba, lo
vio y solo dijo algo que nos estremeció, estábamos con su hijo Carlos Arosemena
Pitt y su yerno Antonio Parra Gil. Carlos Julio vio mi libro y sonrió al ver su
bella y altiva figura y dijo “guárdenmelo, pónganmelo allá arriba para que
nadie se lo robe”. Estremece, ¿no? Un hombre que ya a los pocos días iba a
morir.
…Entre anécdotas y recuerdos sobre grandes personajes; entre
libros, y no juguito, sino pedazos de piña del congelador, la conversación duró
aproximadamente tres horas. Tres horas en las que se habló de docencia,
talleres literarios, escritores jóvenes, Barricaña, y más. Un par de páginas no
son suficientes para tantos temas, ahora, en mi primero intento de entrevista,
sé por qué Carlos Calderón Chico siempre necesitó libros enteros para las
conversaciones con sus entrañables amigos.
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Foto: El Comercio