POR: RAMÓN MURILLO.
Desde la guerra de Troya, la
Literatura no ha tenido una batalla más dura por sobrevivir como la que enfrenta
en la actualidad. Las campañas alrededor del mundo para promover la lectura son
la evidencia clara que demuestra lo
debilitada que está la ofensiva literaria. Los casos más dramáticos se dan en las nuevas
generaciones para las cuales los libros, así como los casetes y cámaras de
rollo, son artefactos del pasado. Parecería que la tecnología móvil va reemplazando
a todo lo demás mientras quienes están al frente de las filas de los estudios
literarios en los colegios se sienten en desventaja.
Si tuviéramos una vista aérea,
veríamos una serie de puntos entrelazados unos con otros formando una gran red
multiforme detrás de la cual, se encuentran los seres humanos y sus
dispositivos móviles. Smartphones,
tablets, y otros aparatos forman parte de la cotidianidad de una sociedad
irreversiblemente volcada hacia la tecnología. Todo el tiempo se envían y se
reciben mensajes, fotos, comentarios, chismes, invitaciones, etc. En el planeta
de la tecnología y la comunicación el mundo cabe en una pantalla.
Desde la antigüedad quien gana la
acometida es aquel que posee el armamento más avanzado y la mejor estrategia. La
tecnología móvil permite que la enseñanza trascienda las fronteras y se inserte
en los sitios cotidianos. La conectividad
hace que los centros comerciales, parques, salas de juego, pizzerías se
conviertan en otros espacios para el aprendizaje diferentes a la sala de clase.
Aunque, para ser precisos, estamos
hablando de un solo espacio totalmente intangible que abarca a su vez todos los
espacios contenidos en los tentáculos de la gigante red. Este fenómeno podría ser utilizado como el
arma perfecta que le permita a nuestra línea ofensiva adelantar posiciones y
asentar las trincheras. Sin embargo, no hemos podido vulnerar las murallas que
nos alejan del interés de los adolescentes y es imprescindible un cambio de
estrategia: un caballo que nos permita iniciar la invasión.
Lamentablemente, el discurso
sobre el uso de las TICs en boca de algunos generales de la educación suena tan
novedoso (porque está de moda) y a la vez tan pretérito (la moda siempre está
un paso atrás de la innovación). El
problema se presenta cuando el uso de estas herramientas es adoptado a partir
del imperativo social que exige a los docentes ser “tecnológicos”. Un reto que
hay que asumir teniendo que superar, en muchos casos, la brecha generacional
que existe entre la enseñanza del siglo XXI y la de los viejos tiempos,
diferencias que en la práctica parecen abismales e irreconciliables. Estar actualizados significa asistir a
talleres de capacitación donde te dicen que al alcance de un clic, el
estudiante tiene acceso a toda la información, donde quiera que se encuentre y
a cualquier hora. La inmediatez resulta sorprendente; la
conectividad, asombrosa; las simultaneidad, suena interesante; los
hipervínculos, las aplicaciones, el aprendizaje móvil ¿con qué se comen? La
gran conclusión después del largo entrenamiento, es que en la era del internet
la solución a todos los problemas pedagógicos se halla, precisamente, en el
Internet. “Para el día lunes investigar en internet las características del
Pícaro” ¡Qué tecnológicos somos!
La tecnología nos brinda estas posibilidades pero la pedagogía nos pide mucho más. El
verdadero desafío es potenciar el trabajo colaborativo, la transferencia de
significados, la interpretación y crítica de ideas, el respeto a las opiniones
de otros, la posibilidad de expresar sus criterios, de crear y cuestionar su
propio proceso de aprendizaje. El docente podría, por ejemplo, aprovechar las redes
sociales, los foros y los proyectos grupales, siempre y cuando empiece por reprogramar
la metodología de clase tomando en cuenta los tiempos y los espacios que se
generan a través de la red.
La literatura debe entrar en la
vida de los estudiantes con el ceño ligeramente fruncido, la mirada firme y el
índice apuntando directamente al individuo que del otro lado de la pantalla
debería leer “I want you”. Enlistarse en nuestras filas significa dejar atrás
los textos que se leen por obligación, los conceptos que no entienden y las
investigaciones inútiles. A cambio le ofrecemos la oportunidad de pertenecer al
selecto grupo de personas que diariamente interactúan de forma diversa, que reciben información precisa que promueve
sus propios intereses y que encuentra en la Literatura un mundo que contiene
las historias que han encantado a la humanidad desde siempre. La lucha es por
la libertad de encontrar sus propios significados, de criticar y cuestionar el
mundo que los rodea. El intercambio masivo de imágenes, sonidos, videos y
textos debe estar encaminado a experimentar, inferir, aplicar, y producir.
Es posible que los docentes de literatura logren invadir esos espacios
cotidianos de sus alumnos valiéndose (porque en la guerra todo vale) de los instrumentos
que nos suministra la tecnología móvil. De este modo lograremos un gran avance,
aportando a los esfuerzos de otros frentes liderados por escritores, editores y
gestores culturales quienes libran sus propias batallas en busca de una misión
única: la permanencia de la Literatura entre la especie humana.