POR: PILAR CALDERÓN.
Precisamente el diecisiete de febrero se recuerda el aniversario de la muerte del dramaturgo francés Jean Baptiste Poquelin, conocido por todos como Molière. De los datos que he podido observar en la red, la muerte ocurrió en el año 1673 durante el período del Luis XIV, el Rey Sol. Molière se desvaneció mientras actuaba El enfermo imaginario, era la cuarta presentación, y sería la última; al trasladarlo a su domicilio muere por razones no establecidas.
Rubem Fonseca, escritor brasileño contemporáneo en la novela El enfermo Molière, (Norma, 2003) menciona y se apropia de la historia de Molière acercándolo al lector a la época, vida y génesis de sus comedias, a través de la intertextualidad. El efecto recreativo a través de la alusión a los textos clásicos recrea un texto matizado en obra teatral, biografía y encadenamiento detectivesco.
La novela es narrada por el marqués anónimo, quien admira al gran dramaturgo e intenta seguirle los pasos. De ahí se desprende la historia cuyo escenario aristócrata en Versalles nos introduce a los amores clandestinos, las intrigas palaciegas, las reuniones literarias, los prejuicios religiosos, los celos profesionales, situaciones de las que Molière ha sido protagonista y las has traslado a la ficción. El Marqués emula al amigo, lo homenajea escribiendo desde su particular estilo. La sospecha del envenenamiento del ilustre dramaturgo obliga al marqués a ponerse el traje de Molière, al escribirlo vislumbramos la vida, una época y a la vez, desciframos una propuesta de escritura.