POR: GISELLA ALVARADO.
Mientras las luces se apagan, el silencio conmociona al
público y sin más preámbulos empieza la obra. La puesta en escena deja todo al
descubierto: actores, escenografía, vestuario, iluminación, acústica, inclusive
al finalizar cuando se presentan a quienes han formado parte de la producción.
¿Ahí termina todo? ¿Será posible que todas las voces
estuvieran presentes en el escenario? Es una pregunta un poco incierta. El
propósito será realizar una búsqueda incesante detrás de aquellos que han
tomado la iniciativa de la creación. Allí surge una parcela, en donde procuran
alcanzar a través de sus escritos las otras miradas cuyas realidades, algunos
hasta por desconocimiento, han decidido ignorar. Por ello, se requirió la voz
de quien ejecuta las acciones de dichos escritos en escena, el actor.
“Pienso que el oficio de escribir en este momento no tiene
muchos adeptos. Entonces, si ese punto de vista es desde la literatura y desde
el teatro hay muy poca gente que se anima a escribir teatro y esa ausencia de
escritores también hace que el proceso se quede limitado. Entonces, si
comúnmente no hay un ejercicio de escribir y menos de relación con el teatro
van a ser menores las propuestas de dramaturgia”, mencionó así Virgilio Valero,
integrante del elenco del teatro ensayo Gestus.
Incursionar en el Teatro como dramaturgo es mantener una
constancia en proporcionar resultados. “Tengo borradores pero yo respeto mucho
el trabajo del dramaturgo. Me parece que es un oficio que demanda mucha
experiencia, una perspectiva muy particular que es diferente aunque puede ser
en algún momento compartida junto con el actor o el director pero en sí es un
trabajo sumamente particular”, acotaba el actor. Su desenvolvimiento en la
corriente teatral también lo llevó a incursionar brevemente dentro de esa
experiencia que permanece en reposo, por el momento.
Pero la presencia de los dramaturgos en Guayaquil siendo tan
escasa, permite la interrogante: ¿de qué manera son considerados los
dramaturgos en las mismas agrupaciones teatrales o inclusive dentro de los
diversos teatros que existen en la ciudad?
Logrando reducir el panorama y enfocar las actividades que realizan los
mismos.
“Creo en primer lugar que hay una escasa producción
dramatúrgica nacional, y no me refiero únicamente a escribir textos, que es la
primera imagen que se tiene cuando se habla de dramaturgia. En la "idea
del teatro" que se ha establecido canónicamente, hay un autor que escribe,
un director que dirige y unos actores que interpretan, y casi que cada uno
puede convivir de manera independiente. Pero las formas de producción de la
mayoría de los teatros grupales, generan un espacio de trabajo que armoniza los
diferentes momentos de la producción artística y llevan el concepto de
dramaturgia a un estado más amplio, donde por ejemplo, el actor es coautor del
trabajo en la medida que su propia escritura, entiéndase la construcción de
materiales físicos, textuales, sonoros, etc., son también dramaturgia”,
indicaba Aníbal Páez, integrante del grupo de teatro Arawa y autor de
Soliloquio Épico Coral.
En el proceder que optan distintos grupos teatrales se
descubrió una alternativa de la dramaturgia. El dramaturgo ha dejado de ser
simplemente un individuo y se convirtió en un grupo de diversas voces que lo
conforman. Este método es conocido como creación colectiva.
“Particularmente creo que toda obra de teatro que se hace
desde una lógica grupal es una creación colectiva. Existe toda una propuesta
impulsada en su mayoría por la ola colombiana con Enrique Buenaventura a la cabeza
que estableció una especie de método que rompa con la tiranía del autor a las
espaldas de los actores, o que posibilitara una opción distinta del rol de
director como antagonista del actor. En ella, los roles rotaban en el proceso
de producción de una obra y habían responsabilidades distribuidas de mejor
manera con el fin de democratizar el trabajo creativo. Al final había un
responsable o dos o una comisión como le llamaban, que tenía que ordenar e
hilar las propuestas del grupo y entonces aparecía de cualquier manera el rol
de la dirección. Pienso que por supuesto esta forma de producción artística es
dramaturgia”, confirmaba Aníbal.
Por lo tanto, en la dramaturgia se han puesto en práctica
propuestas cuyos procesos han fomentado diversas expectativas. Lo que ha
incentivado a unos, no quiere decir que muchos compartan las mismas acepciones.
“Una versión libre es una licencia creativa que se da un
director y elenco sobre un texto. La creación colectiva es (mejor dicho fue) un
proceso aparentemente anárquico de hemorragia creativa de un elenco, donde de
todas formas el director hacia las de dramaturgo”, indicó así el reconocido
dramaturgo y guionista guayaquileño, Cristian Cortez.
La incorporación de la creación colectiva no impide la
aproximación de otros acercamientos como la versión libre. Dichas propuestas
nos ayudan a clarificar las perspectivas de quienes por su experiencia han
logrado mayor afinidad en el teatro. La falta de dramaturgos lleva a
reconsiderar si existe una voz que se mantenga en constante producción en esta
fase de creación.
“Guayaquil sí tiene quien le escriba. El objetivo es formar
más dramaturgos para que la ciudad tenga quien cuente de ella. «Un pueblo sin
teatro es un pueblo sin verdad» dijo Rodolfo Usigli, dramaturgo mexicano; tal
vez parafraseando a García Lorca: «Un pueblo que no ayuda y no fomenta su
teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el
latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino
de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a
llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se
llama "matar el tiempo". No me refiero a nadie ni quiero herir a
nadie; no hablo de la realidad viva, sino del problema planteado sin solución»”
compartió así Cristian Cortez, cuya trayectoria como dramaturgo lo ha llevado a
ser una figura representativa dentro del teatro a partir de las obras que ha
publicado tanto en Teatro I en el 2008 como Teatro II en el 2012.
“Al no montarle las obras a ninguna persona que viva del
teatro pues no le favorece de ninguna manera. Significa que si no se las monta,
no se las lee”, reiteraba Oswaldo Segura, actor y director de la agrupación la
Mueca cuyas obras se presentan viernes, sábados y domingos en el Teatro del
Ángel.
De tal manera, aquellos que aún no han conseguido poner sus
obras en escena y los que sí lo han hecho, compartirán sus experiencias.
Tomando en cuenta, el orden de importancia de cada uno referente a lo que
corresponde la recopilación y publicación de las mismas.
“…pero el teatro se escribe para la escena. Los libros son
una consecuencia de ello”, planteaba Santiago Roldós. Actor, director,
dramaturgo de Karaoke “Orquesta Vacía”, Juguete cerca de la violencia y Ensayo
sobre la Soledad.
Al mismo tiempo Aníbal Páez acotó: “Pienso que los
dramaturgos sí deben imprimir, publicar, porque es una manera de que el trabajo
trascienda y perdure, más allá de lo efímero de la presentación. En el caso de
un grupo de teatro, es un testimonio de su crecimiento y desarrollo”.
“El libro es importante para difundir y dejar constancia. El
teatro es un arte efímero, si no se reporta, si no se imprime y se publica, es
como que no existiera, es eso lo que prevalece. Gracias a las publicaciones el
teatro ecuatoriano ha podido viajar y ser representado en otras latitudes”,
mencionó Cristian Cortez.
“Un escritor, dramaturgo o no, podrá impresionar a
inexpertos con aquello de que tiene un libro publicado, pero cualquiera con un
poco de experiencia sabe que, para publicar un libro, basta con acercarse a una
imprenta y pagar el precio acordado. El talento del dramaturgo no se demuestra
en el papel, se demuestra en tablas. La obra llega o no llega. Es así de
simple”, recalcaba Alejandra Pin.
Alejandra Pin por varios años fue comentarista de teatro,
aproximadamente por 1993 y espectadora de obras de teatro desde su infancia.
Hace pocos años ha decidido imponer sus ideas dentro de la corriente teatral y
así ha generado dos obras que están terminadas pero no montadas y varias que
continúan en proceso.
Se necesita conocer más sobre los espectadores, lo que
desean alcanzar con las obras y de qué manera las mismas están llegando a
estos. El humor dentro del teatro en Guayaquil resulta ser una propuesta
genérica en muchos casos. La aceptación y adaptación de los teatros son
impulsadas por este deseo en donde se debe tener en cuenta nuevamente diversos
puntos de vista.
“Yo creo que una de
las características hasta geográficas del guayaquileño es que siempre está
transitando por lo humorístico. El público medio de Guayaquil ¿qué es lo que
está buscando en el humor? Si identificarse para reflexionar y reírse de su
realidad pero reírse para reflexionar o reírse para exclusivamente evadir. Yo
creo que el humor sí es parte de nuestra cultura guayaquileña, una parte, no
creo que sea el todo. Yo creo que en este punto el público no solo prefiere el
humor fácil, creo que ya se está gestando un público que ya empieza a
discriminar el humor que quiere observar. Ahora, si hablamos de masas
obviamente nuestra gran población prefiere el humor inmediato”, destacaba Virgilio Valero.
Se tiene en cuenta que dentro de la variedad de obras que se
ponen en escena, la mayoría de las mismas tratan de enfocarse dentro del humor.
Si bien el humor y la comedia, a pesar de ser términos relativamente parecidos,
cada uno demuestra distintos propósitos.
En cuyo caso, Cristian Cortez estableció: “Se pensó que el
teatro guayaquileño era exclusivamente de comedia. No necesariamente, creo que
el humor debe estar presente como ingrediente recurrente de nuestra
idiosincrasia de nuestra continua tragicomedia cotidiana, donde se fusionan los
géneros. Esa es nuestra identidad”.
“Entiendo que vivimos en una sociedad de clóset, muy
determinada por el éxito y poco proclive a mirarse a sí misma a profundidad.
Entonces el problema no es de orden técnico (relativo a géneros dramáticos o
estilos), sino eminentemente ético y político. Sería genial que aquí imperara
“la comedia”, porque ella, desde tiempos inmemoriales, se ha dedicado a
cuestionar y a burlarse del poder, que es exactamente lo contrario a lo que
hace el humor hegemónico en Guayaquil y el Ecuador, que se burla de los débiles
y las minorías”, concluye Santiago Roldós.
Al mismo tiempo, Alejandra Pin comparte una última
acotación, referente a la producción teatral: “No cualquiera puede escribir
comedia y menos está obligado a hacerlo, pero el humor es un importante recurso
para manejar la tensión de la acción y para hacer que llegue un mensaje. Lo
fundamental para que el teatro se revitalice, es llevarlo de nuevo al pueblo.
Una buena obra, puesta de manera eficiente, conmueve a todos. Y no hablo de una
producción dispendiosa. Es el pueblo quien decide si subsiste el teatro. Y no
hay inversionista que pueda más que el pueblo”.
Pero al final, quien decide y rige sobre las mismas obras
dentro de las carteleras del teatro es el público. De ellos es la decisión
final. Existirán diversas restricciones por las cuales una obra no pueda ser
montada en las instalaciones de los mismos teatros. Eso no quiere decir, que
deba ser un impedimento. Se debe insistir con suma cautela para que así quienes
desean mostrar otra versión a partir de sus escritos puedan hacerlo. Y si es
posible, apoyar a puestas en escena que valgan la pena volverlas a presenciar.