miércoles, enero 15

Edén y Eva, una novela común



El ibarreño Huilo Ruales Hualca se destaca por un proyecto de escritura claramente discernible del resto de la producción nacional. Avezado en la manipulación del lenguaje coloquial y las referencias literarias, Ruales despliega su maquinaria entre los límites del lirismo, la estampa costumbrista y el cliché.

Su obra dispersa, intermitente y proclive a la reescritura, parece llegar a una nueva etapa. En el 2009 ganó el importante premio nacional César Dávila Andrade por su novela Edén y Eva. La editorial quiteña Eskeletra la publicó en agosto de 2013 y la publicitó como la primera entrega de la trilogía Los Kitos Infiernos. Así que dos novelas más estarían por llegar en los próximos meses o, quizás, años.

Extenso como ningún otro libro de Ruales (350 páginas), Edén y Eva logra captar la atención del lector con una historia familiar que se funde con la historia política del Ecuador en el siglo XX. Casi una saga, el argumento de la novela está dispuesto de tal manera que el lector se interese por los entresijos de una familia de inmigrantes franceses, cuyos hilos de influencia tomarán el mando de buena parte del país entre triunfos y fracasos sucesivos.

Eva es la integrante más joven de la familia y principal personaje de la novela. Alrededor de ella se arma el tejido del libro, que se abre y se cierra con dos episodios de violencia entre los cuales Eva busca su venganza lidiando con el abandono, el deseo y la presión social.

No obstante, la ejecución formal derrapa cuando el autor inserta caprichosamente la literatura entre lo que narra. La Kofradía de los Poetas Desalados, como se autodenomina el grupo de escritores mediocres que gira en torno a Eva, no presenta una mayor importancia más que ayudar a definirla a ella. Por lo demás, casi todos los integrantes de este clan —y muchos otros habitantes de la novela— hablan con los mismos localismos y frases hechas. Incluso el narrador innominado comparte la misma voz.

¿A qué responde la inclusión taxonómica de la fauna literaria quiteña? ¿Es una burla o una exaltación de lo tal vez inexistente y solo deseado? Quizás es lo segundo, muchos de estos personajes aparecen y desaparecen sin mayor motivo y sin dejar información significativa. Edén y Eva rebosa del romanticismo marginal de la locura, de la delincuencia, de la perversión y de la droga

Entre el lugar común, la descripción kitsch y el recurso costumbrista, Ruales se olvida de las ideas y busca el reconocimiento en el listado de epígrafes que abren cada capítulo. Después de Eva, el único personaje que le da vida a la novela es su tío Kiefer, un francés radicado en Suiza cuya único deseo es regodearse en el fracaso. Él es el único capaz de hacerle frente con lucidez a Murielle, la madre de Eva y hermana suya. Aunque su perversidad es el motor de las desgracias de Eva, Kiefer le da al lector la oportunidad de pensar en algo más que el insufrible desfilar de personajes presumidos y confianzudos en su trato con la literatura.

Edén y Eva es una novela cuya contratapa anuncia que “entrará con todo derecho a formar parte de los cánones de la literatura latinoamericana”, pero cuyo armazón ya conocemos casi todos los lectores del mismo espacio. La novela de Ruales parece querer exceder las expectativas de su autor y mejora cuando se le va de las manos.