miércoles, enero 1

Alexis Iparraguirre: "Latinoamérica produce millones de Gregorios Samsas"


¿Sabes cómo se llega a Los Peroles? Es una caída de agua en la sierra de Piura, camino a Ayabaca, en la vecindad de Canchaque. Ramiro y Miguel, dos colegas con los que enseñaba letras, me convencieron para ir allá de fin de semana. Un viaje malísimo en bus, a través de matorrales que conducían a un camino de tierra afirmada. El transporte ascendía y descendía concéntricamente cerros áridos donde la única vegetación eranceibos polvorientos y bosquecillos de cactus. Nos detuvimos al lado de un gran roquedal en que se refugiaban dos casuchas de la intemperie. Nos dijeron que ahí se almorzaba y luego se seguía a pie a Canchaque. Pedimos comer y nos dieron carne desabrida y arroz mal graneado. La fama culinaria de la zona, un aliciente para el viaje, desmentida. A la hora, empezó la caminata. Era una línea recta, imperceptiblemente ascendente al comienzo, que esta vez nos conducía por prados naturales de vegetación amarilla y luego por senderos casi imperceptibles donde encontrábamos huellas de herraduras y otras de caminantes. Entramos a una población de no más de dos calles como repujada en la ladera de un cerro. Los campesinos estaban a las puertas de sus casas, abrigados con mantas y bebiendo aguardiente a discreción en damajuanas, silenciosos. La tarde había enfriado ciertamente. Nos invitaron a tomar, pero no aceptamos. Teníamos que llegar a Los Peroles. Aquicito es, nos dijeron. Accedimos luego a la maravilla de un campo de fútbol entre dos cerros, en perfecto estado de mantenimiento, aunque en pendiente. Estaba desierto y en medio del silencio de la altura. Saliendo de él nos cruzamos con un campesino que tiraba de una mula, que confirmóque Los Peroles quedaba aquicito. Tuvimos que subiry bajar dos cerros y caminar cuatro horas más.Yo maldecía, traspirado y agotado.Aún había luz cuando llegamos a los Peroles. Era una escalinata de enormes piedras redondas colocadas por la erosión en degradé y sobre las que golpeaba un chorro de agua que pasaba de una a la siguiente. Chorro voluminoso en temporada de lluvias, con seguridad, pero que ahora era poco menos que una inofensiva ducha. Habíamos llegado en la estación de sequía y solo quedaban oscuros charcos de agua en el centro de las superficies alisadas de las rocas. Descubrimos un pequeño prado al que se podía acceder cruzando al otro lado de Los Peroles por sobre sus relucientes graderías secas. Resbalé justo cuando estaba en medio de una y me vi azotado contra el suelo de piedra y enfangando y chapoteando en el agua sucia del charco. Pero no ocurrió eso. El espejo turbio del charco cedió ante la totalidad de mi cuerpo revelando un pozo de agua que me absorbió completo. En pocos segundos, un metro de agua se interponía entre mis manos agitándose y los rostros y los brazos de mis amigos, borroneados por el fango. Luego aparecían las burbujas de mi propio aire que ascendían frenéticas. Uno no ve su vida pasando fugaz en ese instante. Uno solo se contorsiona como una cucaracha para salir de la manera que sea  de ese aprieto, más allá de cualquier razón. Repentinamente, el agua desplazada por mi hundimiento volvió desde el fondo, por debajo de mi, y me impulsó hacia arriba, a los brazos extendidos de mis amigos. Alexis Iparraguirre *


¿Con qué libros habrías enloquecido a Don Quijote en lugar de los de caballería?

Con libros de ciencia ficción. Nadie vuelve en sus cabales luego de leer Duna o Ubik.

¿Qué harías con un Gregorio Samsa en tu familia?

Pedirle disculpas, aunque la verdad es inútil. Latinoamérica produce millones de Gregorios Samsas. Somos una pésima familia.

Si llega a tu casa una musa ¿qué haces?

Me pongo feliz, es obvio. A veces converso con ella en la sala por horas. Otras, le invito a quedarse a comer porque mis padres y yo estamos encantados con que nos visite.

Tu cita favorita:

“He visto cosas que los humanos ni creerían: naves de ataque que se incendian más allá del hombro de Orión. He visto rayos C que centellean en la oscuridad cerca de la Puerta deTannhäuser. Todos esos… momentos se perderán en el tiempo como lágrimas... en la lluvia. Es hora de morir”. Blade Runner, Rutger Hauer.

Si la supervivencia de la literatura dependiera, como en Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál sería, por qué?

El barón rampante. Porque, entre las mil cosas que enseña, cabe también que a veces es mejor dejar de lado los libros.

¿A qué escritor resucitarías? ¿Y para qué?

A Borges. Para que se ría de cómo no nos podemos librar de él.

¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente?

Muchos sobrevalorados. Pero es natural con esto de la industria editorial que tiene que vender: a los masivos y a los raros. Y no hay olvido si hay justicia, pienso yo, así que lo discutible no es el olvido, sino la justicia de la posteridad, que siempre es la de un partido, la de una de las partes que disputan esos temas.

¿Cómo te gustaría ser leído?

Rápido. Me preocupo cuando un contemporáneo que no es crítico me tiene que leer como un versículo.

¿Qué título le pondrías a tu autobiografía?

Nunca he pensado en una autobiografía. Salvo para efectos ceremoniales y de difusión, soy completamente superfluo en relación con lo que escribo.

¿Qué personaje literario no te gustaría tener como enemigo?

A un tlelaxu. Los geeks me entenderán perfectamente.

¿Cuál ha sido tu peor trabajo?

Escribir libros escolares. Aprendí todo mientras los hacía y las críticas no me motivaban sino que me indisponían. Es un milagro que hayan salido bien.

¿Qué perfume le recomendarías a Dulcinea?

Oler a papel impreso es lo mejor, pero de poder hacerlo, no creo que hubiera servido de nada.  Europa olía espantosamente durante el Siglo de Oro.

¿Qué harías si encontraras el Aleph de Borges?

No se puede hacer nada. A lo más tomarle una foto para Facebook, que no le haría justicia.

¿Qué tienen en común los escritores y los banqueros?

En mi país, es común que se crean mejores personas que la mayoría y sus bandos se enfrentan frecuentemente en redes sociales. Pero, sin duda, los banqueros son más peligrosos porque sus poderes exceden los de la ficción.

Cuando las mariposas se enamoran, ¿sienten humanos en la barriga?

No. Si seguimos la lógica de los libros, sienten ovejas eléctricas.

¿Quién ayuda a Dios cuando madruga?

Borges ¿Aún hay alguien que dude?

¿Con qué personaje literario te gustaría tener un affair?

Affair, ninguno; son temperamentales y sería demencial. Pero relación adulta, o como quieras llamarla, con Natasha Rostov de Guerra y paz, Violetta de Diablo Guardián o alguna de las mujeres de Así es como la pierdes.

Estás a punto de morir, escribe tu último tuit:

No tuiteo, pero de hacerlo fijo que es un chiste de velorio.


(*) Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) es narrador y crítico literario. Recibió el Premio Nacional de la Pontificia Universidad Católica del Perú en Narrativa 2004 por su libro de cuentos El Inventario de las Naves, cuyas historias se han incluido en diferenes antologías peruanas e internacionales. Es máster de bellas artes en Escritura Creativa en Español de New York University (NYU), licenciado en Lingüística y Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y candidato a doctor en Literaturas y Lenguas Hispánicas y Lusobrasileñas de The City University of New York (CUNY). Prepara la publicación de su segundo libro de relatos, Punto ciego.