Temo que un día de estos alguien me mate a puntapiés. Será
un 12 de enero después de salir de una fonducha, cuando decida desviarme hacia
los arrabales. Un obrero llamado Epaminondas será quien que me aseste un primer
furioso puntapié en el estómago, y yo me desplomaré con un largo hipo doloroso.
¡Cómo sonarán esos maravillosos puntapiés! Como el romperse de una nuez entre
los dedos.
Así:
¡Chaj!
Con un gran espacio sabroso.
¡Chaj!
Invitamos a Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981) a responder
las #Matapreguntas de esta edición y ante nuestro pedido de una anécdota
relacionada con la literatura ecuatoriana, nos dejó su más extraño y
maravilloso temor.
Autora del libro de cuentos Vacaciones Permanentes (El
Cuervo) y compiladora de las antologías Conductas erráticas (Alfaguara) y
Mesías (Traviesa), Colanzi ha colaborado en varios medios como Etiqueta Negra,
The Clinic, Los Noveles y Big Sur. Actualmente estudia un doctorado en
literatura comparada en Cornell, Estados Unidos.
¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído?
Heidi. Lo disfruté horrores. El segundo fue Alicia en el
país de las maravillas, trip de trips. Lo he vuelto a leer muchas veces y mi
asombro es cada vez mayor.
¿Cuál fue el último libro que leíste?
Esta semana leí dos novelas: la siniestra y genial
Insensatez, de Horacio Castellanos Moya; la hermosa y extravagante El único
final feliz para una historia de amor es un accidente, de João Paulo Cuenca; y
el poemario 5 metros de poemas, de Carlos Oquendo de Amat, un vanguardista
peruano extraordinario que murió en la miseria a los treinta años.
¿Qué te gustaría hacer que no tenga que ver con la
literatura?
Bailar profesionalmente.
¿Qué título le pondrías a tu autobiografía?
Nunca escribiría una autobiografía. No he matado a nadie, no
he regentado un burdel, no he conocido la pobreza extrema ni la fama. No cumplo
ninguno de los requisitos.
¿A qué escritor resucitarías y para qué?
A Philip K. Dick, el rey de los malos viajes, para darle la
razón en todo.
¿De qué personaje literario te gustaría ser amiga o amante?
De Vera Ortiz Beti, la de Help a él, de Fogwill. Amiga o
amante, o ambas cosas. Lo que será hacer el amor con un fantasma.
¿Cuál sería el soundtrack ideal para el fin del mundo?
“Quiero ser un triunfador”, de Los Iracundos.
¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado
injustamente?
Creo en la justicia poética, en que toda obra encuentra su
destino (que es, por supuesto, el olvido cósmico). Habiendo dicho esto, me
alegra que se esté revisando y reeditando la obra de Silvina Ocampo, una
escritora maravillosa, talentosísima.
Si la supervivencia de la literatura dependiese, como en
Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál elegirías y por qué?
El Necronomicón, porque no existe, pero es tal su poder que
se siguen escribiendo libros sobre él.
¿Cuál ha sido tu peor trabajo?
Mesera de un restaurante francés en Oxford. Tenía que
equilibrar una bandeja con diez copas de vino y terminé derramándolas en la
espalda de un cliente. Me echaron ese mismo día.
¿Cuál es tu secreto peor guardado?
El insomnio. Mi fobia social.
¿Qué cantas en la ducha?
Cuando estaba en el coro del colegio (todavía no entiendo
cómo me permitieron entrar ahí) aprovechaba la ducha para practicar el Ave
María en latín. Desde que acabó esa etapa no canto más. Por suerte para todo el
mundo.
Estás a punto de morir, escribe tu último tuit.
Le robaría uno a Macedonio Fernández: “Murió en sonrisa.
Liliana que fue y no fue, que fue más y menos que todos”.