POR: ANTONIO MARTÍN SORO
Alexander Supertramp es el pseudónimo que utiliza
Christopher McCandless (California, 1968 – Alaska, 1992) en su huida de lo
establecido, fuera de un mundo estructurado y socialmente normativo. Chris es
un héroe y un estúpido, un icono y un mal ejemplo, en definitiva, un modelo a
revisar.
Llegué a mi personaje tras sumergirme en la lectura del
bestseller de Jon Krakauer de 1996 titulado Hacia rutas salvajes (Into the wild). El libro me
cautivó y la adaptación cinematográfica de Sean Penn en 2007 reafirmó la
provocación del dilema sobre su protagonista. Chris McCandless era un joven
norteamericano que, tras terminar sus estudios universitarios, decide
quebrantar su posición acomodada, destruye su cédula de identidad, su
credencial de la seguridad social, dona sus fondos económicos, quema sus
últimos dólares y emprende una aventura hacia la naturaleza en su coche,
rompiendo todo lazo afectivo con sus padres y su hermana.
Chris se cultiva a sí mismo con lecturas de Jack London,
Tolstoi y Henry David Thoreau, que fomentan un espíritu crítico, rebelde y de
contemplación hacia la naturaleza. Chris se desprende también de su propia
identidad cambiándose el nombre por Alexander Supertramp. Inicia un recorrido
vital que desemboca en el hallazgo de un autobús en algún lugar del parque
nacional Denali, en Alaska; y que se convertirá en morada y sepultura, pues
Alexander murió de inanición dos años después de iniciada su travesía.
Muchos habitantes de la zona lo consideran, aún hoy en día,
un absoluto temerario irracional que no supo organizarse ni prever la dureza y
lo inhóspito del lugar. Otros, sin embargo, lo consideran un reflejo
ideológico, un perseguidor de la utopía más profunda. Alexander, o Chris, creó
un mundo personal y valiente, alejado de la pertenencia de cualquier tipo y
sumido en el pensamiento más profundo.
Jon Krakauer, un especialista en aventuras, quedó fascinado
por esta experiencia vital e ideó el texto que contó los dos últimos años de
vida del joven Chris. A partir de una reseña para una revista, elaboró esta
crónica novelada, con entrevistas, teorías y las anotaciones que nuestro
protagonista dejó. El estilo de narración es sencillo, jamás el lector se
despega del ritmo de la propia historia, y de una forma casi hipnótica se
sumerge en el camino.
El “autobús mágico”, como ha sido bautizado, es lugar de
peregrinación para nómadas en busca de la inquietud que movilizó a Chris y,
aunque no supone más que un amasijo de chatarra, se ha convertido en símbolo de
libertad ante la opresión del consumismo galopante, la falta de valores y la
inmediatez de nuestros días. Otro dato maravilloso a recalcar, dentro de la
película, es la excepcional labor de Eddie Vedder en la banda sonora. El
cantante de Pearl Jam conduce al espectador a la atmósfera precisa de
introspección y lo seduce hasta alcanzar la mirada de Supertramp como la suya
misma.
Se trata de una historia deliciosa para sentirse extranjero
del mundo y comandante del que uno se crea. Para pensar e invitar a hacerlo.