POR CLÁUDIA COSTA
La mía ha sido una vida de mucha vergüenza. Ni siquiera
puedo imaginar yo mismo lo que debe ser vivir la vida de un ser humano.
Oba Yozo en Indigno de ser humano, de Osamu Dazai.
¿Qué significa, en realidad, ser humano? Oba Yozo,
protagonista de Indigno de ser humano, la obra maestra autobiográfica de Osamu
Dazai, es, muy probablemente, la persona menos capaz de responder a esto.
Este Meursault japonés no sólo es perseguido por esta
pregunta, sino por la propia existencia en medio de una especie que no
considera suya, y que le da a su vida un constante estado de pánico y miedo. Al
igual que el personaje de Camus en El extranjero, Yozo ve a la humanidad como
una inutilidad total, así como su vano intento colectivo de establecer
cualquier sentido a su existencia. Al contrario, tanto Mersault como Yozo saben
que este significado no se encuentra y, como tal, cualquier intento de
descubrir este sentido inherente será infructuoso; por ende, absolutamente
inútil. Sin embargo, a diferencia de Meursault, Yozo tiene el temor de que su
verdadera identidad en tanto no humano sea descubierta, y que eso signifique su
fin, o peor aún, tener que vivir con gente consciente de que él no es parte de la
misma especie. Recurre, por lo tanto, al uso de una máscara que se caracteriza
por el humor para comparecer ante el mundo, creyendo firmemente que, mientras
los otros se rían, no atraerá problemas para él mismo y para su condición.
Aquello no se comprueba en Meursault, quien fácilmente acepta su condición sin
torturarse o incluso intentar todos los esfuerzos que permitan ocultar su
verdadera naturaleza y permitir una inserción, aunque temporal, en la especie
llamada humana. Sin embargo, Yozo no es cualquier salvaje que renuncia a su
condición humana (¿cómo renunciar a algo que nunca has tenido?); él reconoce el
conjunto de las normas existentes y necesarias para la vida en sociedad y tiene
noción de que, para que su fraude no sea descubierto, hay que seguirlas. Pero
las sigue como un mecanismo de supervivencia, no las acepta verdaderamente.
Sabe que su incumplimiento lo pondrá a merced de los miembros de la sociedad y
que, entonces, ninguna máscara lo salvará.
A pesar de esto, hay una duda en relación a esta exclusión
de Yozo de la especie humana y su sociedad: se debe al hecho de que él es un
individuo completa y absolutamente diferente de cualquier otro, incapaz de
sentir, pensar y enfrentar la "realidad", o lo que tiene delante de
él, de la misma manera que un ser humano. ¿O se trata de una exclusión deseada
por el personaje? Cualquier persona que lea esta obra de Osamu Dazai se
enfrentará con algunas características de Yozo en las cuales fácilmente se
identificará y se revelará, siendo la característica más evidente la
incapacidade o dificultad en depositar confianza en terceros. Es imposible que,
cuando esto suceda, el lector no se cuestione si realmente no habrá nadie más
que se sienta de esa manera —además de él mismo y el personaje—, pues muy
dificilmente esta característica, así como las demás, será exclusiva de estas
dos entidades. Esto nos lleva a cuestionar la naturaleza diferente que Yozo
afirma tener. Talvez sea, en verdad, un ser humano, pero la aceptación de esto
sería tan dolorosa que prefiere optar por definirse como un ser extraño,
alguien que no pertenece a esta especie y que no será capaz de pertenecer a
ella, apenas posee la ilusión de que pertenece. Una vez más, esta asunción
viene única y exclusivamente de Yozo, y no es un reflejo de sus intentos de
inserción en esta sociedad. El contacto que él tendrá en toda su vida con la
sociedad humana será influenciado por esta misma creencia de que no es parte de
ella. Es decir, Yozo no es un paria, él escoge serlo, renegando así de
cualquier rasgo humano que pueda tener. Además, Yozo incluso afirma que su vida
podría haber sido diferente si él hubiera aceptado el constante estado de
simulación en que el ser humano vive; en otras palabras, él es consciente de
que, en gran parte, la decisión de ser descalificado como un ser humano depende
de él y que podría haber hecho algo para evitarlo. Porque, en el fondo, Yozo
sabe que debería formar parte de esta sociedad, que debería aceptarla ("A
pesar de que tenía un miedo mortal de los humanos, parecía incapaz de renunciar
a su sociedad").
Este constante estado de paranoia y ansiedad puede, en
parte, reflejar los propios demonios del autor, Osamu Dazai, quien, cabe
señalar, se suicidó poco después de la publicación de este libro. Una de las
asociaciones más extrañas entre su vida y su obra fue su tercer y definitivo
intento de suicidio. En el libro, Yozo intenta suicidarse con su compañera,
Tsuneko, en el mar de Kamakura, y el autor se suicida, junto a su amante, Tomie
Yamazaki, en el canal de Tamagawa, relativamente cerca de su vivienda. Como
Kenzaburo Oe, Dazai es uno de los escritores principales del estilo literario
japonés Shisosetsu, un género autobiográfico escrito en primera persona, como
si de una obra de ficción se tratara. Indigno de ser humano se consagra, así,
como una de los productos más importantes dentro de ese género. Es visible en
Dazai un estilo de escritura que, al no ser descuidado, es mucho menos
constreñido que los de autores contemporáneos. Por lo tanto, es posible que el
lector pueda establecer algunos puentes entre sus personajes y el propio autor,
como es el caso en Indigno de ser humano con Yozo. El complejo transtorno de
estrés post-traumático experimentado por Dazai durante la escritura de este
libro, así como su fascinación por el suicidio y su constante estado depresivo
ha moldeado, sin sombra de duda, la personalidad y la historia de su personaje,
marcado por el pesimismo y la ironía siempre presentes.
Esta no es una obra ligera. Se trata de una obra densa,
pesada, notablemente oscura, deprimente e incluso narcisista. Yozo es un
personaje que no sólo se consume y se destruye a sí mismo, sino que propaga
esta destrucción a su alrededor, a todos los que intentan ser parte de su vida.
Pero no lo hace conscientemente, ya que cree que no tiene ninguna
característica humana y que, como tal, no puede ser culpado por lo que sucede.
Dazai no está describiendo un mundo, una sociedad, en su obra, sino su ser
interior, que está muerto (¿sin vida?) y desprovisto de cualquier tipo de
sentimiento. Solo alguien que cayó en una profunda depresión y que tuvo que
hacer frente a los demonios que vienen con ella podría tener el coraje de
describirlo como Dazai lo hace. Con este libro, el autor, a pesar de ya
considerarse vacío de vida, quiere transmitir el mensaje de que,
independientemente de nuestra sociedad y de nuestra propia especie, ya sea que
estemos perfectamente insertados en ellas o seamos un extraño, el dolor, la
muerte y el miedo son universales y nos encontrarán sempre, no obstante la
máscara que elijamos.
Traducido del portugués por Miguel Muñoz.