Gabriela Alemán es una gran escritora y además un gran ser
humano. Nos encontramos en el restaurante del hotel donde se hospedaba en
Guayaquil para conversar, mientras ella comía un ceviche, sobre su trayectoria
en la literatura y sobre su último libro de cuentos La muerte silba un blues.
En la entrevista hablamos de su incursión a la lectura y
escritura. De la importancia que la literatura fantástica tuvo y tiene en su
narrativa. Hablamos de su primer libro y de un hecho fantástico que le ocurrió
cuando, a la edad de 23 años, se encontró compartiendo un café y hablando de
literatura con escritores como Jorge Amado, Juan José Arreola, Ana María
Matute, entre otros.
Pero también hablamos del fomento a la lectura en Ecuador,
de las editoriales locales y su papel en la calidad de la literatura nacional,
del lector, que en el país, parece inexistente. Al final Alemán, quien
recientemente ganó el premio de crónica CIESPAL, nos deja con interrogantes,
con líneas de reflexión en las que, tal vez, el problema no es que no hay gente
interesada por la lectura, el arte o la cultura, sino que no hay campañas
agresivas y permanentes que formen un lector, que las editoriales nacionales no
han apostado por crear un catálogo y de esa forma una relación de credibilidad
con el público y como resultado hay malos libros, porque cualquier escritor
paga para ser publicado, y gente apática con la literatura.
Pero estas son conjeturas mías. Los invito a leer a Gabriela
Alemán.
¿Cómo llegaste a la literatura, qué fue lo primero que
recuerdas haber leído?
Crecí en un mundo donde los libros tenían importancia.
Cuando mi papá llegaba del trabajo en la noche me leía cuentos y mi mamá me los
contaba. Recuerdo muy temprano los cuentos de Hans Christian Andersen, La
Sirenita. Recuerdo haber tenido pesadillas con la niña de las zapatillas rojas,
ese cuento terrible de la niña que se pone sus zapatos rojos y comienza a
bailar, bailar y bailar y nunca puede parar. Estos cuentos que a mí me leyeron
de niña, que luego se convirtieron en historias de Disney, te espantaban,
porque eran cuentos góticos. Ese es mi primer recuerdo de cuentos que me hayan
leído. Pero de los cuentos que yo leí recuerdo a Julio Verne, Veinte mil leguas
de viaje submarino, Viaje al centro de la tierra, además me acuerdo que eran
libros con ilustraciones de tapa dura y que luego hablando con mi mamá fueron
libros que ella leyó de niña. Clásicos maravillosos.
Luego los libros más cercanos a mi gusto de adulto estaban
Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft, Hooker, luego, cuando descubrí la literatura
gótica, y no por porque yo lo haya decidido muy de niña sino porque mi hermano
es un gran lector y a él le encantaba la literatura de terror, leí
Frankenstein, Drácula, varias versiones del Hombre Lobo, luego leí antologías
de cuento fantástico y de terror. Desde el siglo XIX, la tradición anglosajona,
Borges y todas estas colecciones lindas que sacó en Siruela que eran
reediciones de cuentos chinos, literatura italiana del siglo XVIII, en resumen
la literatura fantástica, que es lo que me atrapó a mí como lectora.
¿Cuándo incursionaste en la escritura, cómo?
Yo comencé escribiendo cartas. Viví mucho tiempo fuera del
Ecuador y la única manera de mantenerme en contacto con mi abuela era a través
de cartas. Desde los ocho años yo le contaba mi mundo a ella para que no nos
acabáramos de separar. Cuando tú comienzas a contar tu vida a otros, por más
linda que sea, tú escoges qué contar, no cuentas todo. Quieres crear, de alguna
manera, un personaje para un ser querido. Yo contaba las cosas que creía podían
entretener a mi abuelita, cosas que creía que podían hablar de mí, que me
resultaban raras o incomprensibles, se las contaba a ella. Ese fue el primer
momento, no de pensar a la palabra como literaria, pero sí de sentarme a
pensarme a mí como narrarme. Que creo que es el inicio de toda literatura.
Pero el momento que me llevó a pensar que podía publicar un
libro fue algo fantástico.
Vivía en Paraguay, jugando básquet profesional, estudiaba en
la universidad y mientras estaba allá se abrió un concurso de cuentos, mandé un
texto y gané, me publicaron un prensado como premio, 50 ejemplares. Años más
tarde cuando ya vivía en España salió en el periódico una convocatoria del
Instituto de la Juventud española que convocaba a autores menores de 30 años
que hubieran publicado algo que presentaran este libro para que representara a
cada país para un encuentro. Mandé mi publicación y gané. Me escogieron para
que durante dos meses, con intervalo de una semana, estuviera en Mollina, un
pueblito a dos horas de Málaga, en el invierno, donde sólo quedaban diez
familias. En ese lugar estuve una semana con Jorge Amado, Juan José Arreola,
José Saramago, Ana María Matute, Mario Benedetti, Abel Posse, Juan Goytisolo,
Wole Soyinka, yo tenía 23 años. En ese entonces yo pensaba que Juan José
Arreola estaba muerto, en mi mente él estaba junto a Rulfo y Borges y de pronto
era una persona, con una capa que se sentaba a desayunar conmigo y hablar de
literatura. Nunca he podido escribir de eso porque hasta ahora no he podido
comprender lo que viví.
Lo que hicieron los del Instituto fue escoger a grandes
autores que además eran grandes seres humanos. La mayoría de los que estaban
ahí tenían más de 70 años y no tenían ningún problema con compartir, con
ser uno más, de querer escuchar en lugar
de contarnos cosas. Un día estaba Jorge Amado con su maravillosa esposa, Zélia
Gattai, ahí descubrí que era, además, una maravillosa escritora, me acerqué,
nos pusimos a hablar, y él me preguntó que cómo así yo era de Ecuador y ahí me
animé a decirle que mis padres me habían llamado Gabriela por Gabriela, clavo y
canela. Al día siguiente Jorge Amado desapareció, él había tomado un taxi,
había ido a Málaga, había comprado la novela y me la dedicó. Ese tipo de cosas
ocurrieron durante dos meses. Aparte de estos encuentros que teníamos con los
escritores donde, también, uno leía textos y ellos comentaban, habían viajes
internos, yo, al cuarto viaje, estaba tan empapada de ese mundo que dije, tengo
que escribir, así, la gente se iba y yo me quedaba escribiendo. Al final del
encuentro yo tenía cinco cuentos que pasaron por las manos de Arreola y
Saramago y que finalmente fueron los cinco primeros cuentos de Maldito corazón.
Cuando regresé a Ecuador terminé los otros cuentos del libro.
¿Qué tan presente está la literatura fantástica en tu
narrativa de hoy?
La literatura fantástica aparece constantemente a pesar que
no me lo propongo. Hay momentos en los que estoy intentando una narración muy
realista y de pronto irrumpe la fantasía que tiene que ver con tratar de
entender el mundo que quiero narrar que a pesar de que pueda estar enmarcado
dentro de un género realista hay muchos eventos que funcionan de otra manera,
que tienen que ver con la imaginación, de cómo mis personajes se relacionan con
la realidad. Son como quiebres en el tiempo que remiten al pasado, que remiten
al futuro y que inevitablemente están ligados a géneros fantásticos
reconocibles.
En La muerte silba un blues hay un cuento, "Fu Manchú y el
beso de la muerte", en el que la protagonista adquiere un superpoder. ¿De dónde
nace esta idea?
Esta idea nace de Philip K. Dick, que es uno de mis
escritores favoritos. Philip K. Dick escribió en un momento de transición
cuando la ciencia ficción comenzaba a salir de este pequeño gueto de las
revistas B, de los circuitos B, de no ser tomada en cuenta en los años 60 y 70
cuando aparece Ursula L. Le Guin, Philip K. Dick y de pronto la literatura de
ciencia ficción se emparentó con algo mucho más cercano a Borges que con esa
literatura B que venía de los años 30, 40 o 50 donde circulaban estas revistas de
diez centavos en Estados Unidos. Lo que me fascina de Philip K. Dick es que
cuenta una historia totalmente realista y de la nada puedes observar un tsunami
de hechos de ciencia ficción, mostrando que no necesariamente la ciencia
ficción está emparentada con hablar de ovnis o de extraterrestres sino que se
plantea crear mundos alternativos o crear en otro espacio una crítica al mundo
en el que vivimos.
Cuando comencé a escribir Fu Manchú y el beso de la muerte
tenía muy presente una ampliación de una célula en la sangre, tenía
tentáculos morados, fosforescentes que nadan en el torrente sanguíneo, luego
fui a averiguar cómo eran las células cancerosas, preciosas también. Las
enfermedades tienen formas completamente amorfas, hexagonales que uno se
imaginaría que está fuera de la norma, extraterrestres de alguna manera, con
todo esto en mi cabeza comencé a imaginarme cómo sería tener que convivir con
la posibilidad de ver lo que circula por tu sangre y atar eso a una historia
que tenga que ver con las relaciones humanas. Detrás de esta historia de
ciencia ficción había un comentario sobre el amor, la fidelidad, la soledad,
era un cuento realista donde se insertaba este elemento fantástico.
Pensando en la literatura quería romper con la linealidad,
con el tiempo, con el espacio, con la aceptación de un mundo racional, sin caos
cuando todo es tóxico. Al final lo que quiere la literatura es poner orden
en el caos y hay momentos que no quieres que haga eso sino más bien que refleje
el caos y que complejice esa simpleza que nos presenta la televisión, ciertos
artículos periodísticos donde pareciera haber una causa y un efecto cuando en
realidad el mundo está muy alejado de eso. El espacio de la literatura es aquel donde
se puede complejizar, que es lo que hace la literatura fantástica, permitiendo
que otros espacios, tiempos, conciencias entren en la realidad, por eso nunca
me voy a separar de la literatura fantástica.
¿Cómo aparecen los espacios en los que has vivido, Paraguay,
España, Estados Unidos, en tu narrativa?
Aparecen cuando son necesarios. No voy por ahí porque
necesito hablar de afuera o porque me parezca que afuera es más importante. En
la literatura latinoamericana aún existe esta necesidad de escapar al espacio
geográfico, cuando escucho estas teorías me pongo a pensar en Juan Rulfo y es que no
puede haber una obra literaria más universal que no puede ser más local que
Pedro Páramo. Todas esas teorías del cosmopolitismo, que hay que hablar bien de
afuera, si alguien lo hace está bien, pero imponerlo como norma me parece que
no tiene el mayor sentido.
Entonces, por ejemplo, Paraguay es un país que vivió su
historia a partir de la independencia de España bajo dictaduras. Es un país
donde el espacio de la ley está vetado, donde hay un grupo de familias que
sigue manejando a través del tiempo el destino de millones de personas y donde
no hay fuerza para cambiar del todo; el Partido Colorado, por ejemplo, está de
nuevo en el poder luego de derrocar a Lugo.
En la historia que cuento en Succubus, de este hombre que
descubre que tiene SIDA, me pareció que el espacio perfecto era Ponta Porá y
Pedro Juan Caballero, la frontera entre Paraguay y Brasil. Un espacio de cero
respeto a la ley, donde uno vive en la piratería, la corrupción, donde reina el
tráfico de drogas, de personas. Cuando uno camina por este lugar uno alucina
porque caminas por la mitad de la calle y de un lado de la calle todo es en
español y del otro lado todo es portugués, de un lado todo es un desmadre, las
calles tienen baches, tierra, la gente vende en las aceras y del otro lado todo
es orden, todo es lindo, hay otra moneda, otro idioma, entonces pensé que ese
era el lugar donde se tenía que situar la historia. Entonces situé la historia
en Paraguay, en la frontera con Brasil, en Ponta Porá y Pedro Juan Caballero
porque venía al caso.
En Al otro lado del espejo, la historia del viejo que está
en sus últimos momentos de lucidez antes de la muerte. Tenía que ver con Nueva
Orleans, una ciudad muy importante para mí. Yo me fui un año antes de Katrina y
volví exactamente un año después. Tuve amigos que me llevaron por los barrios
más afectados por el huracán y un año después tu podías encontrar una casa en
la mitad de la calle, habían muchos lugares donde todavía no había luz, el
tranvía estaba detenido, los buses no funcionaban, era una ciudad en absoluto
caos que uno nunca la relacionaría con Estados Unidos. Una ciudad donde tienen
bien marcados los límites donde se mueve el mundo afroamericano y donde se
mueve el mundo caucásico. Y quería hablar de un personaje que en todo el libro
es el único personaje que en verdad amó. Un tipo que adoró a su esposa, que
está solo, que se encuentra frente a la muerte y comienza a revivir, sin odios,
sin pasiones, pero recordando a su esposa. Y así es Nueva Orleans, una ciudad
que está permanentemente en la decadencia que a la vez es bella y que se
acepta. Y me pareció que la historia de este viejo que está a punto de morir
era perfecta en esta ciudad. Todas las historias tienen relación con mundos
donde yo viví, estudié y que me interesaron ubicarlas en esos lugares porque
tenían sentido.
Hablando sobre "Un extraño viaje", el primer cuento del libro,
y sobre el hecho histórico en el que los quiteños creen que están siendo
invadidos por extraterrestres. ¿Cuál es el trabajo de investigación de una
escritora para llevar un hecho histórico a la ficción, cuando decidiste que
ésta era una buena historia?
La historia es brutal. Pero no es una historia que circula,
no es una historia que las nuevas generaciones han escuchado y la relacionan
con los medios de comunicación.
Lo que ocurrió en ese momento, irrumpir en la realidad a
través de la ficción y transformarla, quemar un edificio, que mueran siete
personas y que eso no esté siendo discutido, hablado, escrito en una historia,
me pareció que era necesario devolverlo a la ciudad y al país. Porque esto
además habla no sólo de la historia en sí, sino del aislamiento de Ecuador, por
ejemplo. De cómo demonios ocurre algo once años después de que ocurrió en Estados
Unidos y la gente se la cree.
Cuando estaba escribiendo la historia lo que me pregunté fue
cómo le cuentas a alguien de ahora, alguien de 14 años lo que significó hacer
eso. Fue como el Blair Witch Project, pero en la radio. ¿Cómo cuentas ese mundo
donde lo más moderno eran las refrigeradoras, los carros? Son cosas que uno
toma por hecho. Cuando el hecho sucedió en Estado Unidos Orson Welles estaba
rastreando la fuerza de la radio, él quería aplicar lo que se venía aplicando
en la política a la estación de radio para ver si funcionaba y lograba
convencer a la ciudad. Y no era cualquier ciudad, era la ciudad más importante
del mundo en ese momento, Nueva York era la capital del mundo.
Lo que yo quería hacer no era solo discutir lo que había
ocurrido en Ecuador sino la importancia de no saber leer. Cuando yo escribí la
historia, no encontré un recuento, una crónica o un estudio del hecho.
Yo no alcanzo a escribir todo porque un cuento no da para
describir lo que ocurría en la calle y en las casas de la gente que creía que
iba a morir. Habían historias extraordinarias, por ejemplo, un tipo trabajaba
en un banco y por años sacaba una monedita por día y, pensando que se iba a
morir y que no iba a ir al cielo, fue y le confesó a su jefe que durante tantos
años había estado sacando moneditas del banco. Un señor era amante de su
vecina, ese día fue a confesarle al esposo de su amante sobre el engaño para
poder morir en paz. ¿Cómo enfrentas todo eso el siguiente día? Todo eso
multiplícalo por todos los que se lo creyeron. Por eso también es algo que se
borró, el fenómeno de que como todos son culpables entonces todos nos callamos.
Si no hablamos no hubo muertos, si no decimos nada no hay culpables, fue como
si se abrieran las compuertas de la locura y luego se cerrarán. La pregunta es
¿cómo no discutir eso en este país, como no discutir la violencia de quemar un
edificio?
Tú afirmas que los personajes de La muerte silba un blues
son vacíos, ansiosos y solitarios, la pregunta es ¿por qué los personajes
parecen correr hacia la muerte deliberadamente, por qué lucen incapaces de
frenar el desastroso porvenir, por qué parecen vivir en el filo de esa lucha
existencial?
El mundo nos está llevando en una carrera de triunfos tras
triunfos y con lo que ha significado Facebook, es como mirar un diario de otra
persona pero donde se revela todo lo contrario de lo que revela un diario que
es la cosa más íntima donde uno vuelca todas sus frustraciones, miedos,
ansiedades mientras en Facebook se pone todo lo bonito, lo genial que soy, mis
grandes amigos, lo que yo siento, todo es luz, todo está exento de muerte, de
dudas. Es como crear un personaje que al final te traga. Al igual que los
marcianos en Quito, no ocurrió pero la reacción sí.
Desde los griegos se sabe que entre más se esconde más se
sufre. La literatura gótica se crea a partir de la revolución industrial, con
el progreso y todo lo que está escondido: la pobreza, el rechazo, todo eso
tiene que salir por algún lado y sale a través de la literatura, de la música,
por ejemplo. Así, cuando uno esconde la realidad esta llega como llega en este
cuentario, con muerte, con ansiedad, con desesperación, con una imposibilidad
de poder comunicarse, hay una intención consciente de retratar de alguna manera
a la sociedad contemporánea. A la imposibilidad de crear lazos, de querer algo
mejor, la imposibilidad de la relación de los padres con los hijos. Como en
Venus in furs, el niño tiene una necesidad desesperada de sentir cariño que lo
lleva a apretar tan fuerte que mata lo único que tiene o la gente que no sabe
lidiar con la vida, que al final es lo que hace esta mujer de Fu Manchú y el
beso de la muerte que tiene la posibilidad de percibir la llegada de la muerte.
Ella escoge suicidarse, es preferible la muerte de un ser querido a que sufra,
quiere que se muera rápido y aunque pueda ser uno de los cuentos más terribles
en verdad es uno de los que muestra más amor, porque uno a veces se engancha al
dolor porque quiere prolongar la vida de otro que está enfermo, pero si lo
piensas lo que tú realmente quieres de un ser muy querido es que no sufra
entonces lo ayudas a morir rápido.
Había planteado todo esto para visibilizar el hecho que lo
gótico está presente hoy en día y como este nunca ha desaparecido porque en
lugar de que la revolución industrial nos llevara a la tranquilidad, al
descanso, ha sido mil veces peor la falta de tiempo, la incomunicación, la
pobreza, son cosas que están presentes y me gustaba la idea de que aparecieran
en este libro.
¿Cómo se conectan los personajes con el cine gore, cine B y
la estética de Jess Franco?
A Jess Franco lo utilice más por sus métodos de producción.
Pero sí hay una sensibilidad que Franco lleva hasta el extremo que es el gore
explícito de sangre, violencia física, pero en mi libro lo que hago es un gore
de baja tensión que tiene que ver con la necesidad de estar al borde del grito
pero quedarse ahí. Un poco lo digo en la introducción del libro que el mundo es
una máquina gore, no es que llega alguien con una máquina y te corta la cabeza
o aparece un asesino de la nada y te mata sino que la manera cómo funciona el
mundo te va destrozando poco a poco, te va minando a través de la soledad y de
todo lo que ocurre en los cuentos.
Hablemos sobre Ecuador y sus lectores. ¿El lector
ecuatoriano es muy escaso, por qué no hay lectores en Ecuador?
No es que nosotros seamos más apáticos, menos lectores,
menos inteligentes que los colombianos o los peruanos. Pero cuando sales sólo
basta mirar las campañas que ellos han tenido.
Por ejemplo, algo que no se puede obviar: en Colombia, hace
16 años se creó una campaña que se llama Libro al Viento. La campaña se creó a
partir de la llegada del Transmilenio a la ciudad y de la cantidad de personas
que usaban ese transporte. Lo que hicieron fue sacar un libro por mes el primer
año, entonces se preguntaron, para un país que no lee, ¿qué textos pueden
llamar la atención, qué libros pueden resultar atractivos para un lector
naciente? Y lo que hicieron fue imprimir diez mil ejemplares del primer libro y
los repartieron gratuitamente en el Transmilenio, la gente se llevó un libro
gratis y luego empezó la campaña. “Ustedes devuelven el libro y nosotros le
damos otro”. Con el tiempo calcularon que el 70% de los libros regresaban y se
intercambiaban por otro y ese otro 30% quedaba flotando en oficinas, en casas,
el hijo lo llevaba y lo leía el papá, la mamá, etc. Esta campaña lleva 100
títulos publicados.
En la feria del libro de Bogotá la gente paga entrada y aun
así hay 300 mil personas y eso no es porque a los colombianos les interesa más
la literatura o porque son más inteligentes, sino porque durante 16 años han
tenido acceso a un buen libro, con un cuidado editorial especial, con una
introducción significativa para el lector y quedó ahí y hay gente que tiene su
biblioteca del Libro al viento. Eso es algo que pasó en Bogotá, algo
planificado, planeado a largo tiempo, no es una campaña que la decide una
persona, que termina y no continua. Y lo que me parece importante de Colombia
es que no era una campaña chauvinista, no es que los primeros diez títulos de
Libro al viento tenían que ser autores colombianos, sino que comenzaron con mitos,
con leyendas de Sófocles, con textos de la literatura universal y claro, con el
paso del tiempo han incluido en navidad, por ejemplo, cuentos de escritores
colombianos sobre la navidad, cuentos de escritoras colombianas y actualmente
encargan antologías para que sirvan especialmente para estos libros o,
conscientes de que ya hay unos lectores formados, el año pasado sacaron una
antología de la ciencia ficción latinoamericana.
En el momento en que tú enganchas a un niño o a un
adolescente con un libro nunca más lo va a soltar, porque descubrió otra manera
de entender al mundo, para ello tienes que crear estas posibilidades. Y estas
posibilidades crean seres humanos más conscientes, más inteligentes, que
cuestionan. Pero nada sale de la nada. Y claro que ayuda que en la casa se
incentive la lectura, ¿dónde más? Leerle a un niño, regalarle un libro,
tentarle con historias.
¿Qué tanto influyen las editoriales locales, pensando en la
literatura ecuatoriana, sus escritores y lectores?
Cuando tú tienes una editorial que apuesta por sus autores
se está arriesgando económicamente. Yo me estoy arriesgando entonces yo voy
hacer que tus libros estén en todas las librerías, me voy a encargar de ir
hablar con todos los productores y convencerles que este es el mejor libro que
hay, que tienen que leerlo y que deberían hacer que todos los lean, yo me
encargo de ir a hablar del libro en la radio, en la prensa, pero si tienes que
pagar para que te publiquen eso no es crear un corpus, un catálogo, tu creas un
catálogo apostando por un autor. Y para hacer eso tienes que arriesgar y si no
se cree y se apuesta por alguien es difícil poder trascender. Porque todo es un
engranaje, no es que por un lado funcionan los autores, por otro las
editoriales, por allá las campañas y por acá los lectores.
Un lector va a comprar un libro de un escritor que reconoce
como bueno porque en esa editorial los libros son buenos, que es lo que me pasa
a mí con Anagrama. Yo puedo no conocer al autor pero si es de Anagrama lo
compro porque el 80% de las veces acierto, por ahí no me gusta ese estilo pero
de que es un buen libro es un buen libro, entonces si no tienes un buen
catálogo en una editorial la gente deja de comprar, porque la gente no es
tonta. Tienes que ofrecer cosas buenas.
La gente ve televisión nacional cuando hay cosas buenas y
cuando no y tiene la posibilidad de comprar algo mejor, compra cable. No es que
la gente prefiere la vulgaridad, la mala actuación, los malos chistes, si es lo
único que hay deja prendida la televisión, pero si hay algo mejor lo va a ver,
seguro.
Yo sé que es complicado llevar una empresa editorial y en
general se lleva perdidas, pero es una apuesta que uno hace. Nadie entra a
crear una editorial pensando que se va hacer millonario, entra con una mística
de algo, entonces sí, puedes perder con dos, tres, cuatro títulos, pero en el
quinto va a explotar porque la gente ya te va a creer.