POR: ADELAIDA JARAMILLO.
Minutos antes de que mi amigo René me señalara al escritor
serbio, yo me había chocado con este hombre de rostro balcánico y de un tétrico
metro noventa en la entrada del Salón 2 de la planta baja de la FIL
Guadalajara. Un poco encorvado, el
rostro del hombre lucía sutilmente fruncido, motivo por el cual regresé
rápidamente a tomar asiento.
Yo venía del D.F. en donde mi amiga, la poeta salvadoreña
Lauri García Dueñas me había hablado de Goran Petrovic de manera tan vehemente,
que al enterarme de la presentación de su libro "El cerco de la iglesia de
la Santa Salvación" en la FIL, asistí sin pensarlo dos veces. En el salón se encontraba un amigo al que
admiro no sólo por ser un respetado editor, sino por ser un aventajado
lector. Dos buenas razones para pensar
que el escritor que me dispongo a escuchar es bueno.
René López Villamar llegó para escuchar al autor con la
lectura previa de sus cuatro novelas y el libro de cuentos Diferencias;
"el mejor es Atlas descrito por el cielo" observó, cuando vio que yo
había comprado La mano de la buena fortuna.
Pero como tengo preferencia por las historias de amor, creo que hice
bien al escoger este.
Petrovic inicia el conversatorio borrando líneas limítrofes
y comparando a los países con diferentes partes de la casa. “México es el balcón de mi vida” dice,
“cuando vengo aquí siento que abro las puertas y estoy en un hermoso balcón
lleno de flores, (…) aunque vengo de Serbia, cuando llego pienso que sólo he
dado un paso para estar aquí”.
Uno de los editores de Sexto Piso que conduce la
conversación le hace una pregunta sobre
la imaginación, y aún cuando parece no querer responder termina diciendo algo
muy cierto: “La imaginación es parte de nuestra vida, pero no es tan visible.
Cuando pensamos que vamos a ganar un premio mayor, estamos imaginando. Cuando creemos que una crema nos va a hacer
reducir medidas, estamos imaginando.
Cuando suponemos que un jabón para lavar la ropa va a hacer más feliz a
nuestra familia, estamos imaginando”.
Goran Petrovic ha asimilado a la imaginación como parte de
su vida, está consciente de ella y sabe cómo utilizarla a favor de sus textos.
Cuando le toca hablar de su novela dice que al escribirla
pensó en un embudo, pues los primeros capítulos, extensos, son reemplazados por
menos y menos palabras hasta llegar a un último capítulo que sólo tiene una
página. “Yo quería indicar con eso que
hoy hablamos muy poco. Que reemplazamos
las palabras con smilies, que la civilización ha dado un salto mortal, pero
creo que el salto mortal no ha tenido éxito”.
Más de uno de los presentes asentimos con la cabeza.
Más adelante afirmó que recién con su cuarto libro se sintió
escritor: “cuando publiqué El cerco de la iglesia de la Santa Salvación”
comprendí que podía entrar en la vida de otras personas por treinta minutos,
una hora, dos horas y me dio miedo”.
Luego continuó reflexionando acerca de los lectores y los libros:
“aunque el libro que la dama tiene y el que usted tiene son iguales, no son
iguales, porque en este, el actor es usted y su experiencia le agrega
imaginación a algo que ya está plasmado”.
Las respuestas de Petrovic son poéticas, pero alguien del
público, confundido, le hace una pregunta que más tiene que ver con la
filosofía que con la filología y el serbio repregunta si alguien en la
audiencia habla su idioma, todos nos miramos, nadie responde. “Entonces de no ser por la traductora podría
decir lo que quisiera” ríe e insiste que él es escritor y que no le gustaría
pasar por un filosofo barato.
La charla finaliza con el escritor agradecido y aunque al
día siguiente tiene reservado un módulo de firmas en el área internacional, la
gente, veinte o treinta personas se agolpan para que les dedique su libro.
He conocido lectores incapaces de acercarse a un libro sin
previa investigación del autor y del título.
Yo en cambio seré siempre una lectora candorosa, prefiero no dejarme
influenciar por las críticas y sinopsis escritas por gente que no conozco. Otro cantar son las recomendaciones de
amigos, las cuales aprecio y recojo como en este caso, en el que puedo
trasladar esta recomendación a ustedes.