miércoles, diciembre 12

Sylvia Plath vrs. Alejandra Pizarnik...en un sólo escenario

POR: MARITZA CINO ALVEAR.


Sylvia y  Alejandra nacen en la década de los años treinta. Sus vidas intensas y breves transcurren paralelamente. Contemporáneas en la escritura  y en su militancia hacia la muerte. Nacen en diferentes países y se desplazan  hacia nuevos espacios geográficos  como  reconocimiento a su vocación poética.

Aunque incursionan en otros géneros como cuento y novela, son recordadas sobre  todo por su lírica.  Degustan del  estímulo de la fama, pero  no se detienen a la hora de  anunciar y optar  por otra carrera,  precisada  en su producción literaria.

Sylvia, visceral-teatral, capaz de descuartizar la palabra,  enlazada a figuras fantasmales de su infancia,  a las que evoca  con furor y revancha.  Parecería  que el camino que ella decidió transitar a través de su obra, se convertiría en  un desafío al entendimiento,  en un riesgo de muerte.  Una voz en permanente  insatisfacción porque como  ella dice en su diario: “El no ser perfecta me hiere”.

Alejandra más cercana a lo  confesional,  sus versos maceran la ceremonia del rito lírico y  de  la orfebrería filosófica. Es artífice de  una poesía que  sugiere, insinúa y se  profetiza a través de una  elegía de contemplaciones

En este escenario Sylvia y Alejandra aparecen y desaparecen, en  un  encuentro-desencuentro  poético,  decantado en la temporalidad de su escritura.

LA CAMPANA DE CRISTAL

La Campana de Cristal (1963), es la única novela de la escritora norteamericana Sylvia Plath, publicada  el mismo año de su muerte, en la que Esther,  protagonista de la obra  narra a través de veinte capítulos su conflictiva  existencia. Prosa poética que plantea cronológicamente gran parte de la vida de la autora y nos pone en escena a un personaje,  que va  desde los mayores éxitos académicos y literarios en el contexto de sociedad norteamericana,  hasta el anuncio de sus caídas y recaídas.

En esta clásica novela de Plath, se presentan cuatro momentos en los que  la narradora menciona la campana de cristal fusionada a su vida, a su cuerpo y a sus miedos; pero a la vez es Esther- protagonista, quien con su palabra, intenta atravesar  la sonoridad del vacío y desasfixiarse,  para nuevamente   quedarse  detenida–escindida frente al escenario de la muerte.

En un estudio sobre esta novela bajo el título “Registro despiadado de una caída” escrito por Mariano Serrichio  y publicado en el suplemento de cultura argentino “La voz interior”,  se expresa:

“La campana de cristal no puede ser pensada como un exorcismo, que le hubiera permitido a Plath seguir viviendo, sino tal vez como un lúcido y despiadado registro. Registro de las inagotables aspiraciones al éxito que promueve la forma de vida norteamericana, y en especial las exigencias universitarias, y de los manicomios con la eterna incomprensión de los doctores provistos de una máquina que le permite quitar las angustias ajenas… La única metáfora que intenta salvar el vacío  es la que da título a la novela. Aquí,  Plath hace gala de su don poético para depurar en una sola imagen tantas líneas de fuerza, y de esta forma la introduce: “donde quiera que estuviera sentada, estaría bajo la misma campana de cristal, agitándome en mi propio aire viciado”…Así como un día la campana ha caído sobre la narradora, permitiéndole ver a los otros pero no tocarlos, y otro día se retira, siempre queda abierta la posibilidad de que descienda nuevamente. Igualmente en la trama de la novela la campana no se levanta porque sí, sino por una muerte que roza muy de cerca de la narradora, con la apariencia de un sacrificio”.

SU POESÍA
               
“Soy plateado y exacto. No tengo preconceptos./ Cuanto veo lo trago inmediatamente…Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,/ Buscando en mi extensión lo que ella es en realidad… Soy importante para ella que viene y se va./ En mí ella ahogó a una muchachita y en mí una vieja se alza hacia ella día tras día, como un pez feroz”.,  Fragmento del poema “Espejo”

Sylvia Plath, elabora su discurso  desde  la ilusión tremendista de la muerte.  Su método  teatral  y apasionado, nos confunde, cuando  en  fragmentos  de “Lady Lazarus”, revela: “Lo logré otra vez,/ Me las arreglo/ una vez cada diez años…Y yo una mujer sonriente/ Tengo solamente treinta años/ Y como gato he de morir siete veces… Morir es un arte, como cualquier otra cosa,/ yo lo hago excepcionalmente bien… Es fácil ejecutarlo en una celda./Es muy fácil hacerlo y guardar la compostura/.Es teatral. ..

A través de estos versos parecería que estuviera jugando / jugándosela para que la muerte irrumpa  como una  provocación catártica  y no como  su exclusiva y definitiva salida hacia perfección.

EL ESCENARIO  DE ALEJANDRA

En otro escenario Alejandra Pizarnik versifica: Esta lúgubre manía de vivir /esta recóndita humorada de vivir/ te arrastra alejandra  no lo niegues.

La escritora argentina  confesaba que la poesía no era para ella una carrera sino un destino. También manifestaba en su texto: Piedra Fundamental (1971): “No puedo hablar con mi voz sino con mis voces”.  Para  Alejandra, la poesía era como una promesa obstinada que no pretendía  eludir,  sino   a la que se iba  acercando- cercando con palabras de sesgo aparentemente ingenuo.

La voz poética vacila  entre el no decir y el miedo. Un algo o alguien –no precisa-,  que la habita y devora sigilosamente:..”El poema que no digo/ El que no merezco./ Miedo de ser dos/ camino del espejo/ alguien en mí dormido/ me come y me bebe”.

Sus textos también revelan  un deseo de crear relaciones, nexos, ceremonias con el lenguaje que se pierden en una tentativa inútil ante el placer de unas veces nombrar y otras, insinuar  la muerte.  Trampa y escenario de lo oscuro y fragmentado.

La voz de Alejandra da vuelta-revuelta a signos poéticos capturados con profundidad y negación.  El lector se encuentra con fisuras  y sentencias  de gran poder elíptico, donde reposa la metáfora del miedo y de la seducción;  mientras  otras voces  la asedian  para así ocultarse del combate con las palabras:  “No/ las palabras/ no hacen el amor/hacen la ausencia”.

Nuevamente las palabras  provocadoras-mordaces.  No  para confabular  en un acto amatorio,   sino para ausentarse y  reescribirse  desde  la sintaxis de la muerte.       


SYLVIA PLATH ( BOSTON,  EE.UU, 1932 – 1963)
ALEJANDRA PIZARNIK (  BUENOS AIRES, ARGENTINA, 1936-1972)