miércoles, enero 30

Dejemos a Grey en la sombra

POR: GISELLA ALVARADO.

¿Dónde quedó la intensidad de Dolmancé o la complicidad ante los juegos de la Señora Saint-Ange? Al parecer demasiado atrás. Desde el Marqués de Sade todo ha ido avanzando, pero de cierta forma nos hemos estancado con el estilo narrativo presente en las 50 sombras de Grey.

El erotismo revela la necesidad por descartar lo moral, normativo o monótono, indaga en las necesidades en donde el cuerpo prueba distintas facetas para así concebir la corrupción del individuo. La novela trata específicamente del camino en donde la inexperiencia ante las relaciones de pareja de Anastacia Steele la conduce a enfrentarse a una relación no convencional con Christian Grey, y su vez abarca la concepción del sadomasoquismo.

En el desarrollo de la trama, al explicar los intereses de la protagonista, salen a brote autores de literatura inglesa como Jane Austen y Charlotte Brontë, pero el referente primordial es Thomas Hardy y su novela Tess d’Uberville quien expone la relación del ideal imposible con su personaje Angel Clare o la corrupción que evoca a Alec d’Uberville. Como se sabe, Steele se decide por el lado de la corrupción.

Ahora, si bien pasamos al campo de lo sadomasoquista, es decir, a la propuesta que se ofrece de ello, en lo personal pienso que se pierde mucho. El sádico disfruta de herir, dañar, someter e incluso degradar a su pareja, mientras Grey, si bien parece querer adoptar el papel que él mismo se designa, no logra asumirlo en su totalidad. En este caso, no creo que el amor sea uno de los factores por los cuales la unión esté tomando otra trayectoria; más bien sería el alcance que ejerce la curiosidad lo que lleva a Grey a absolver a Steele de estar limitada a los estatutos e incisos que se plantean en el contrato de Amo-Sumisa.

Sin ánimo de ofender a ningún lector, el lenguaje empleado dentro de la novela es directo, repetitivo, cansado y ciertamente molesto. La novela en sí parece el relato conjunto de un diario sentimental, sin descartar la posibilidad de que se vea afectada por ser la traducción. Los diálogos se dan tanto cara a cara como a través de la tecnología: ya sea por parte del blackberry o el portátil que Grey le ha proporcionado a ella. La estructura de los mails resulta acoplarse con la época: el siglo XXI en donde se escribe nada más que lo necesario; sin embargo, la sucesión de tantos mails cansa la lectura y tampoco deja un espacio para  algún suceso o aclaración intermedia por parte de la voz narrativa.

Lo erótico de las 50 Sombras se inclina hacia lo vulgar, y no me refiero a lo sexual, ni al sadomasoquismo, tampoco a los juguetes sexuales que quedaron solitarios en sus estantes, sino a los referentes de la gran tradición literaria, que no se aprovecharon para provocar reacciones que en sí concretaran alguna diferencia. El lenguaje de la narración es sencillamente plano y no alcanza a cubrir lo elemental que ocurre en los actos sexuales.