POR: GILDA HOLST.
El lugar y la fórmula
En 1984 presenté mi tesis de licenciatura
“La narrativa de Pablo Palacio” y la subtitulé “(Estudio en verde sobre
Palacio)”, donde planteaba que la mayor parte de los textos de Palacio eran una
sola obra en clave que correspondía a la novela “Ojeras de Virgen”, novela
perdida, extraviada, ocultada entrelineas o entre renglones de su obra, --
lugar invisible pero lugar-, esto es, lo más evidente o lo más a la vista, como
“La carta robada” de Edgar Allan Poe, carta entre cartas o como un árbol en un
bosque. La novela se centra o gira alrededor de Juan Montalvo.
La primera noticia de la novela aparece a
pie de página en el cuento “Un nuevo caso de mariage en trois” que decía: “Un
nuevo caso de mariage en trois” es el
extracto de un capítulo interesante de la novela “Ojeras de Virgen”, que Pablo
Palacio publicará muy en breve”. Como
vemos, el título está parcialmente en francés –evidentemente-, pero es un mal
francés (se escribe a trois), y sabemos
que se designaba a la sífilis como “el mal francés”, pero también se le decía
“el mal napolitano” o “la enfermedad española”, esto es, un mal Cosmopolita.
Reconocer que un texto o una obra está
en clave es un proceso, parte de una convención que se ha roto, algo anormal, inusual o inusitado sucede dentro de nuestra
experiencia o normas y ha producido un efecto de extrañamiento. A continuación trataré de exponer en
resumen los momentos de la etapa inicial, esto es, entre el encuentro y la
lectura de Pablo Palacio, hasta donde reconozco que está en clave, registrando
los “hechos textuales” más “objetivos”, es decir, en donde mi interpretación o
imaginación esté lo menos comprometida.
l. Mi primer análisis fue el cuento “Luz
lateral”. El cuento trata de un hombre
Antoñito que padece de sífilis, sífilis de la segunda etapa. Lo importante que
se consiguió en este análisis fue descubrir que no se dice, sino que se muestra
con seguridad quién lo contagió. Por
medio de una palabra, el ¡claro! – que es una muletilla de la esposa que
fastidia sobremanera al narrador/personaje-, se realiza un movimiento textual
no verbalizado, la palabra ¡claro! del habla de la esposa – se pega, se pasa,
se contagia-, al habla del esposo. Un contagio que ha sido a través de la boca:
con un beso de esos que comprimen rabiosamente la mucosa hasta hacerla sangrar.
El
descubrimiento del ¡claro! y la crónica de la enfermedad, conseguida por
pequeños indicios, detalles insignificantes y perfectamente velados porque
están cumpliendo otras funciones : "al principio me picaba la
lengua", “elegante fenómeno”, "alargamiento de los párpados",
“se me han caído un poco las cejas” "al octavo tuve un sueño
especialísimo", "un hombre me rompe la cabeza", "dentro
abro la boca", y la leyenda escrita en forma rectangular (que a mi me pareció
la apertura de un ataúd), transformaban
un texto confuso, en un texto bastante claro. Ese fue, imagino, mi primer asombro de
estudiante.