POR: JULIE CAÑARTE.
Los Cantares de Gesta
son la expresión de la Edad Media, sin ellos más de la mitad de la historia y
el mito que la recorre se habría perdido en la historia. En la carrera de
literatura no solo hemos aprendido los más representativo de las distintas
épocas estudiadas sino también a reconocerlo. Los Nibelungos quizás solo sería
una ficción ante los ojos no entrenados de un lector aficionado, para nosotros
es distinto pues sabemos recalcar las características del héroe, de la época,
del signo y todo lo que lo rodea pero; todo esto lo podemos ver debido a los
textos críticos de apoyo, cada uno de ellos profundiza en un aspecto diferente
dentro del mismo Medioevo.
El signo como lo
conocíamos parecía tener poca importancia y a la vez escaso significado, cada
uno de los Cantares de Gesta nos enseñó como un pequeño signo puede hacer la
diferencia entre el significado de todas las acciones que se desarrollan en una
historia y los giros que da; el signo es el objeto central de todo.
Jurij Lotman nos habla
de los signos, nos dice que los signos son capaces de ayudarnos a identificar
culturas: “es posible describir los
diversos tipos de cultura como tipos de lenguajes particulares”[1] y más allá de ello
nos habla de la significación de estos signos en la cultura, nos muestra su
importancia, su necesidad y cómo la existencia de la sociedad depende de ellos,
“el modelo medieval del mundo quitaba
todo el derecho de existir a enormes niveles de vida y colocaba al hombre,
incluso en este sistema, en una situación contradictoria: sus realidades
sociales y biológicas no tenían puntos de contacto”[2]. Lotman también
hace una referencia a esto por medio del ejemplo del culto a la dama:
El
convivir con otra mujer e incluso usar la violencia contra una pueblerina, no
degradaban a un caballero que practicaba el culto a la dama.[3]
El hombre deja de
existir como figura en la sociedad si no posee un signo que lo caracterice y pertenecer
a la sociedad era un mérito más precio que satisfacer sus necesidades
biológicas por la poca expectación de vida de la época por lo tanto, su
necesidad se vuelve el ser parte de algo, en específico de la sociedad y esto
se consigue siendo un rey, un espada o un vasallo. La figura del vasallaje
tomará la escena al poner a disposición a las clases más bajas de la época la
posibilidad de existir y con ello el estar a salvo, alejados de la guerra y
otros peligros a cambio del servicio al amo, situación que podía perdurar por
generaciones.
La
sociedad medieval era una sociedad con un alto grado de signicidad comenta Lotman, se refiere a los actos que
convierten al hombre en justo y la preservación del honor. Para la época el
héroe actuaba por el honor o gloria, ser herido en batalla tenía el mismo
significado que ser muerto o peor aún puesto que se perdía honor alguno al
verse derrotado o minimizado ante el enemigo como se ve en los Nibelungos. La
importancia del honor era tal que se permite el homicidio como castigo
justificable si devuelve el honor a un espada pero, Lotman no termina ahí pues
también habla de la importancia del signo por su función de sustitución, un
ejemplo claro sería el hombre por espada donde se representa la parte por el
todo y ya no tiene significado la persona sino lo que representa.
Lotman nos demuestra lo
que está más allá de la batalla, de la muerte, de la gloria del héroe. Cada
signo tiene su propósito y encierra todo lo que el juglar quiere transmitir,
Lotman nos enseña a ver más allá de lo que ve el lector novato.
El juglar oculta más
cosas en realidad, el signo no basta, el signo está perdido sin la estructura, unos
bloques oracionales que parecen estar configurados al azar revelan más del
juglar según Erich Auerbach. La
estructura paratáctica nos da la sensación de estrechez y rigidez en el espacio
vital porque condensa la información en bloques de oraciones autónomas y
coordinadas[4]; este lo vemos en el
Cantar de Roldán pues Los Nibelungos muestran la subordinación de las oraciones
en la separación por guiones del texto.
En
el Cantar de Roldán vemos la misma forma expresiva paratáctica y cerrada, la
misma estrechez rígida y la firme estabilidad de todas las cosas. Todo está ya
fijado, lo blanco y lo negro, lo bueno y lo malo, y no se necesita ninguna
investigación o fundamento nuevos: existen tentaciones, pero no problematismo.
La estrechez despojó a
los acontecimientos de su contenido real,
sólo les dejó lo interpretativo, factor importante de la rigidez. Auerbach
también nos habla de la repetición del mismo tema con variantes, podría
considerarse una fórmula para expandirse sin irse fuera de la estructura
paratáctica; los temas se repiten pero el significado nunca es el mismo.
(Cantar
de Roldán)
XL
De
Carlomagno os quiero oír hablar.
Gastó
su tiempo y ya muy viejo está:
Doscientos
años pienso que tiene, o mas...
Marsilio hace una
descripción de Carlomagno caracterizándolo.
XLI
Dice
el pagano: “Gran admiración siento
Por
Carlomagno, que está canoso y viejo.
Doscientos
años tiene ya, por lo menos...
Marsilio ahora hace una
apreciación, sus sentimientos se dejan ver y confiesa su admiración por el rey.
XLII
El
moro dice: “¡Yo me admiro y me espanto
De
Carlomagno, que está canoso y blanco!
Creo
que tiene más de doscientos años...”
Marsilio confiesa ahora
otro sentimiento, el temor por el rey que a la vez le causa admiración.
El texto dentro de su
rigidez como señala Auerbach se expande permitiéndonos ver el signo
estructurado de una manera diferente y adquiriendo un sentido propio.
Los Cantares no acaban
ahí, Lotman nos ayudó a ver la importancia del signo dentro de Los Nibelungos,
Auerbach nos demostró como el texto crece dentro de su estructura y rigidez en
el Cantar de Roldán sin embargo, será Leo Spitzer, Dámaso Alonso, Edmund De
Chasca, Colin Smith y Alan Deyermond quienes nos ayudarán a develar lo que
queda oculto tras el Mío Cid.
Spitzer[5]
en su ensayo básicamente nos ayuda a diferenciar los hechos reales de la
historia, tanto como los ficcionales para diferenciar los signos que importan y
tener en cuenta que las situaciones ficticias sirven para responder a acciones
que debieron suceder según el juglar para compensar las partes. Por ejemplo si
el matrimonio ultrajado y roto de las hijas del Cid con los infantes es
ficticio, ficticio será también el episodio del león que motiva el odio de los
infantes. El león es el agente catalítico que separa las fuerzas del bien y de
mal[6].
Además nos demuestra la realidad del Cid como caballero-bandido, está en los
escalones más bajos del héroe pero se re-nomina. Alonso[7]
nos habla de la estructura del texto del Cid con oraciones sencillas y de
escasez de subordinación. De Chasca[8]
nos habla de las fórmulas para la épica
para darle un nuevo sentido a las oraciones con el mismo tema o para darle
tiempo al juglar de ensartar el elemento narrativo siguiente. Smith[9]
nos remite a lo que Auerbach había explicado con anterioridad, la estructura
conformada por laisses y brevedad en las oraciones, junto con la unidad que se
mantiene en las tres secciones del texto. Finalmente Deyermond[10]
nos ofrece una visión sobre el héroe caído, así como el caballero-bandido,
podemos apreciar el fin del ciclo épico con textos como Los 7 infantes de Lara
donde vemos la venganza como motor de las acciones que hacen que el héroe se
disuelva.
Los textos críticos en
cierto punto han sido claves, han sido nuestras bases para poder identificar
más allá de un simple relato. Cada uno de ellos se encargó de plantear una
temática distinta y a la vez necesaria para poder hacer un principio de
análisis a la mayoría de los Cantares de Gesta ya que si suficiente reto no era
comprender el lenguaje que se usaba hace varios siglos, comprender el valor de
las cosas si lo sería; el héroe de hoy es otro, no lucha por el honor y mucho
menos conocerá la gloria, es la distancia que tenemos entre el texto y nosotros
lo que se ha acortado gracias a los textos críticos, ya que pudimos ver a
través de los ojos de todos los críticos lo que nosotros solos no podíamos,
vimos lo que las palabras ocultaban siendo esto el signo, la estructura, la
forma. Cada texto es necesario y sin ellos la mayoría de los trabajos que
debemos presentar estarían solo basados en los aportes de críticos y no de
nuestras opiniones que podemos fundamentar en lo que estos textos nos enseñaron
a ver.
[1]
Jurij Lotman, El problema del signo y del
sistema sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX.
[2]
Jurij Lotman, El problema del signo y del
sistema sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX.
[3]
Jurij Lotman, El problema del signo y del
sistema sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX.
[4] Erich Auerbach, Lengua y estudios
literarios, Mímesis.
[5]
Leo Spitzer, Historia y poesía en el
Cantar del Cid.
[6]
Leo Spitzer, Historia y poesía en el
Cantar del Cid.
[7]
Dámaso Alonso, Estilo y creación en el
poema del Cid.
[8]
Edmund De Chasca, Fórmulas, contextos y
estructuras épicas.
[9]
Colin Smith, Formas y técnicas narrativas
en el Cantar del Cid.
[10]
Alan Deyermond, El ciclo épico de los
Condes de Castilla: motivos y personajes.
Trabajos citados
Alonso, Dámaso. «Estilo y
creación en el poema del Cid.»
Auerbach, Erich. «Lengua y estudios
literarios, Mímesis.»
Chasca, Edmund De. «Fórmulas, conteztos
y estructuras épicas.»
Deyermond, Alan. «El ciclo épico de los
Condes de Castilla: motivos y personajes.»
Lotman, Jurij. «El problema del signo y
del sistea sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX.»
Smith, Colin. «Formas y técnicas
narrativas en el Cantar Del Cid.»
Spitez, Leo. «Historia y poesía en el
Cantar Del Cid.»