miércoles, noviembre 13

Aleyda Quevedo: "Yo no soy mujer, yo soy poeta"



Esta semana las #Matapreguntas continúan en Ecuador, ahora con una escritora quiteña: Aleyda Quevedo Rojas*. Para los que quieran conocerla, ella estará en Guayaquil leyendo su poesía en el cierre del Festival Ileana Espinel en la Casa de la Cultura.


¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído? 

Sandokán, de Emilio Salgari, cuando tenía 9 años. Brilla aún en mi memoria el hombre tigre y sus aventuras por Malasia, Borneo y la India. Adoré a ese héroe bello y pirata valeroso vengándose del imperio británico. Y el mar, pintado con las palabras del maestro italiano, me atrapó desde allí. A los 13 años leí un puñado de poemas, definitivos, de César Vallejo.

¿Cuál fue el último libro que leíste? 

Acabo de leer Otras Mitologías de la escritora cubana Reina María Rodríguez, un libro maridaje entre la crónica, el relato, la fotografía y la poesía. Justamente uno de los poemas que me atrapó es uno que se titula: “Mar verde esmalte”. Y estoy a 12 páginas de finalizar la novela Simone del puertorriqueño Eduardo Lalo, a quien conocí hace pocas semanas en San Juan, durante el Festival de la Palabra de Puerto Rico. Me tiene cautivada el pulso con el que narra la ciudad isla de San Juan, abrazada por el capitalismo voraz en crisis, el mar constante y la soledad de dos seres que se encuentran y viven un amor frágil al inicio, conmovedor, y feroz hacia el final. Una novela que pone la fuerza en la condición de la escritura y su necesidad vital y volátil, y nos deja un personaje inolvidable en la retina: Li una china puertorriqueña cuya búsqueda se parece a la de muchos de nosotros. Con esta novela Lalo se acaba de alzar con el prestigioso premio Rómulo Gallegos. Además, lo escuché en su conferencia y me pareció un hombre tan honesto y amable sin las parafernalias que puede otorgarte un premio de esta categoría. 

¿Qué libro no pudiste terminar de leer? 

Muchos libros. Hay algunos que están tan malos que no se dejan ni oler, otros apenas se dejan tocar y hay otros tantos que es imposible llegar a interiorizar, a esos los uso como combustible de mi chimenea o como referencia de lo que no se debe escribir.

¿Qué te gustaría hacer que no tenga que ver con la literatura?

Encuentro que todo tiene que ver con todo, (todo está relacionado-conectado) y en ese todo me gustaría por las noches ser dj en una discoteca de Berlín, y chef de cocina árabe en un restaurante del sur de Francia (Arles, quizás) por las mañanas; desde luego que la música y la cocina tienen que ver con toda la literatura. La literatura es un arte completo y complejo, un arte total cuyos vasos comunicantes tienen que ver con la historia, la música, la política, la religión, con casi todo lo importante de la vida y la muerte. 

¿Qué título le pondrías a tu autobiografía? 

Yo no soy mujer, yo soy poeta.

¿Qué harías con un Gregorio Samsa en tu familia?

William Carlos Williams, uno de mis poetas norteamericanos favoritos, decía que “solo la imaginación es real”. A la luz de éstas palabras te digo que adoro tu pregunta porque tengo un Gregorio Samsa en mi casa y es real, no es exacto pero se parece mucho en sus mutaciones... lo que yo hago es releer a Kafka y tratar de aprender de Samsa sobre la enfermedad, los cambios del cuerpo y la mente, y “limito cada vez más mi círculo”. En ese hilo de cosas, creo que me comportaría como, en la historia de Gregorio, se comporta su familia: el padre, la madre y su hermana. Es decir aterrados y al mismo tiempo con cierta complicidad para que él viva su vida de cucaracha como tiene que vivir, y que es la actitud que tiene el narrador en la magistral obra de Kafka. 

¿A qué escritor resucitarías y para qué? 

Sin lugar a dudas a Virginia Woolf. Me tomaría muchas tazas de té verde con ella y le preguntaría sobre las maneras de entrar en la locura y salir de ella; charlaríamos largas horas sobre el arte de hilvanar sentimientos y conceptos bordando las voces interiores en novelas y ensayos. Luego la invitaría a caminar por un bosque de eucaliptos que nos lleve hasta un ancho río.

¿A qué personaje literario te gustaría tener como amigo? 

A mi antepasado Francisco de Quevedo. Creo que nos divertiríamos mucho juntos, la gozaríamos en grande escribiendo epigramas con imágenes escatológicas y cuasi porno. Y burlándonos del mundillo literario y, desde luego, de la nobleza con poemas satíricos y humorísticos que a mí se me dan muy difíciles de construir.
¿Cuál sería el soundtrack ideal para el fin del mundo? 

“I Need a Dollar”, en la estupenda versión de Aloe Blacc, uno de los más grandes y alucinantes cantantes contemporáneos de este mundo, mientras afuera el capitalismo se derrumba sin contemplación alguna.

¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente? 

Quizá el más sobrevalorado sea Haruki Murakami, aunque yo adoro Tokio Blues y Al sur de la frontera, al oeste del sol, muchos miles lo odian. Y el más olvidado en el Ecuador creo que sigue siendo Jorge Carrera Andrade, a quien ni siquiera los que se llaman poetas lo han leído con dedicación, y que tampoco se contempla en los programas de estudio de la educación del país. 

Si la supervivencia de la literatura dependiese, como en Fahrenheit 451, de memorizar un libro, ¿cuál sería y por qué? 

Serían las cinco novelas que componen la autobiografía de Thomas Berhard: El origen, Un niño, El frío, El sótano y El aliento. Me cambiaron la forma de leer una novela y me han permitido soportarlo casi todo. Este es un autor que quisiera seguir escuchando en su lúcida y gélida prosa que desborda el mundo europeo sin engañarse de sus farsas y poniendo el dedo en la llaga.

¿Cuál ha sido tu peor trabajo? 

He tenido la suerte de hacer siempre lo que me gusta y de que además me paguen por ello. Pero mi peor trabajo es convertirme en “china”, digo, en ama de casa para mantener el orden y el brillo de mi casa.

¿Cuál es tu secreto peor guardado? 

Que detesto vivir en Quito. Es como una ciudad gótica que me asfixia por el frío y la altura. Pero lo peor es que estoy condenada a vivir en ella, por ella y para ella. Es mi secreto a voces porque ha saltado en varios de mis poemas.

¿Qué animal te gustaría ser? ¿por qué? 

Un gato. Por la libertad total, el ejercicio del misterio y la sensualidad que vive en sus ojos. Un gato te dice que el verdadero ritmo del mundo no es el ritmo de la realidad o de las cosas presentes, sino su ritmo interior.

¿Qué cantas en la ducha? 

Casi siempre boleros, y últimamente estoy tarareando algunos temas de la gran Fiona Apple, ayer me bañé cantando: "The First Taste", ¿la has escuchado? Es decir, casi siempre estoy con la música que me depara una experiencia vital. 

Estás a punto de morir, escribe tu último tuit:

Un tuit no, una línea: “En la calma tierna de tus brazos”.


(*) Aleyda Quevedo Rojas (Quito, Ecuador, 1972). Poeta, ensayista, periodista y gestora cultural. Ha publicado en poesía: Cambio en los climas del corazón, La Actitud del Fuego, Algunas rosas verdes, Espacio vacío, Música Oscura, Soy mi cuerpo, Dos Encendidos, y La Otra, la Misma de Dios. El Instituto Cubano del Libro publicó la Antología Completa de su Poesía bajo el título: El Cielo de mi Cuerpo, que será presentada en febrero del 2014 en la FIL de La Habana. Su nuevo poemario titulado: “Jardín de Dagas” aparece en febrero del 2014 bajo el prestigioso sello mexicano PRAXIS. Es Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade y ha representado a su país, en los más importantes Encuentros Internacionales de Escritores en Colombia, Perú, Chile, Argentina, España, México, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Francia y Puerto Rico. Varios de sus poemas han sido traducidos al francés, portugués, inglés e italiano.