POR: GABRIELA REYES ALVARADO.
El escritor manabita es considerado por la crítica como el
introductor de una nueva narrativa en el Ecuador. Ha sido publicado en dos
antologías de cuentos, de las cuales prefiere no hablar; piensa que esa etapa
inicial como narrador fue una equivocación, debido a que su estilo de aquel
entonces no guarda ni la más mínima similitud en relación al de ahora, sostiene
haber tenido una mala impresión del oficio en aquel tiempo. Apasionado por el
cine y la música estos dos aspectos intervienen mucho en su forma de contar,
aunque no lo reconozca como una herramienta extraordinaria, se ven reflejados
en su única novela publicada en el 2010 por Alfaguara “Hablas demasiado”
No se percibe a sí mismo como un escritor literario formal,
considera que serlo sería excesivamente arrogante. Escribe porque quiere y lo
hace sobre lo que conoce, sin grandes espectáculos ni intelectualidad. No busca
ser admirado, si no mostrar el mundo como lo ve. Inició a escribir porque
creció en un pueblo pequeño, continuó haciéndolo porque se aburría y lo sigue
practicando debido a que es la forma en que persigue su sueño. Asegura no
necesitar poses y ser como es debido a la promesa que cumple a diario, la de
aquel adolescente que vivía en Portoviejo y soñaba en ser grande y libre, en sus
palabras ser un bacán
La de a continuación es una entrevista realizada a inicios
del 2012, en un ruidoso bar de Guayaquil, donde su grupo de rock se presentaba;
aquella noche Juan Fernando hizo un retroceso a sus inicios y dejó en claro que
la literatura para él es una casualidad que se dió en algún momento de su vida.
Sobre Hablas demasiado, ¿qué esperas que el lector capte al
leerla? ¿Cuál fue tu reacción ante su recibimiento y la precursora de una nueva
narrativa?
Quiero que la gente encuentre la novela muy fresca; intento
lograrlo a través del lenguaje que fue un trabajo súper duro porque me tocó
editar muchos diálogos, muchos párrafos para que la nota fluyera rápido y se
sintiera lo más natural posible. En el Ecuador leer se relaciona con lo
aburrido, ¿me entiendes? con el nerd, con el perdedor, con el man al que le
hacen bulling… y para mi es una de las huevadas más bacanes que me ha pasado.
Yo quería que mi novela se sienta bacán, entonces edité mucho: por eso las frases
tan cortas, los párrafos son cortos, los capítulos son cortos para que se
sienta más como una película que como un libro, uno que yo hubiera querido
leer. Me parece que todas esas cosas conjugan para que la gente diga que es
como una voz distinta.
No creo que comience una nueva generación porque hay mucha
gente de mi edad que escribía desde mucho antes, pero es una novela que quizás
se hizo ver más que las otras, que sus contemporáneas, porque tenía una
editorial grande atrás que le hizo propaganda y bla bla bla.
La novela es una mezcla de muchas cosas, se siente caótica,
llena de movilidad ¿Por qué tomas la decisión de narrar desde la subjetividad
del personaje?
No creo que sea algo tan diferente, lo que yo he hecho es
algo bastante común, es un remixear cosas que antes yo había leído y me habían
gustado. Yo sabía que iba a ser una novela en primera persona, siempre lo supe,
porque a mí me parece que el personaje es más importante que el lector. Si tú
tienes un buen personaje con el que puedas tener una relación emocional,
afectiva, que te caiga bien: tú lo vas a seguir hasta la última página. Yo
quería que la gente conozca el fondo de este chico que vive más puertas adentro
que puertas afuera, pasa más tiempo en su cabeza que en cualquier otro sitio.
Entonces, la decisión iba más por ese lado y como te digo el tono convencional
era con la intención de que se sienta como alguien que te está hablando a tí
directamente “mira me pasó esta nota con esta pelada”.
De afectar o no a la forma narrativa es subjetivo, a mí me
gustan mucho las novelas en primera persona, entonces es rescatar esto: las
novelas en las que me basé fueron todas en primera persona. De afectar, no se,
lo que siento es que hay gente que no ha conectado por temas generacionales o
porque la novela les parece muy ligera, muy pop, pero eso es una decisión que
se toma y es de cada uno. En mi caso yo no me planteo una voz, un estilo en
particular para buscar agradarle a cierta gente o caerle mal a otra. Entonces
yo sí trato de ser honesto con el libro y sí siento que esa honestidad se
transmite. El lector sabe cuando le mienten, cuando te quieres creer el bacán,
cuando usas palabras para que no te entiendan. Para mí es más importante
encontrarle la honestidad a la voz que hacer algo que la crítica apruebe.
Es una forma más rápida de llegar a lectores jóvenes ¿Tu
intención era volverla más accesible?
Para mí sí, pero eso depende mucho más del lector que del
escritor. El primer toma la decisión porque siente que ese es el camino más
directo, mas transparente para buscar lo que él quiere. Pero la accesibilidad
depende mucho de quien lo lea: capaz si lo lee mi abuela de ochenta años no va
a pasar de la página cinco, es subjetivo.
¿Cómo surge en tí el integrar música y literatura?
Me sorprende mucho que me pregunten esto porque lo hacía
Cortázar en los años cincuenta. Si lees Rayuela está llena de Jazz y de música
clásica; Manuel Puig escribe mucho con música y Bukowsky también. Me parece que
no hay límites. Y no es que la literatura no pueda tener música, porque eso es
la vida, uno escucha música. Ahora se puede juzgar a una persona por lo que
tiene en su Ipod. Creo que la música que uno escoge te da de alguna manera tu
identidad. Yo odio la gente que cuando le preguntas “¿tu que escuchas?” Te dice
“yo escucho de todo”. Creo que una persona que escucha de todo es capaz de
todo, de las más grandes bajezas, capaz de clavarte el cuchillo en la espalda.
Entonces para mí un personaje que tiene 22 años, en el 2008 o 2010 que se
publica la novela, evidentemente va a estar enchufado a algo. Por ejemplo uno
no puede escoger a su familia, a veces ni siquiera a sus amigos, pero uno sí
puede escoger a sus héroes. Y los héroes de este personaje son los rockeros que
él admira porque se siente acompañado por esa música y es curioso porque cuando
estaba escribiendo a ratos decía “chucha capaz que a la gente no le gusta” y me
preguntaba cómo iba a reaccionar la gente de diferentes edades. Pero ahora la
novela tiene cinco ediciones y a mí me parece que una de las cosas que ha
logrado que se publique es que mucha gente joven entra a la novela por la
música. Porque dice justamente lo que te digo, que si este pelado habla de
Nirvana debe ser un man chévere, un man en el que yo puedo confiar. La novela
es multimedia, porque el mundo lo es. No puedo entonces escribir sobre un man
del siglo 0 que no escuche música.
Dices que escribes sólo sobre lo que conoces, ¿Al caracterizar
a Miguel dices que todos los jóvenes son como él? ¿Cómo podría asegurar que
todos los lectores se sientan identificado con el personaje?
Generalizar es siempre equivocarse. Pueden haber dos tipos
de 20 o 22 años, pero si uno vive en la Prosperina y otro en Samborondón no van
a ser iguales jamás. Capaz tengan preocupaciones en común que a esa edad son:
buscar ubicarse en el mundo, cual es tu rol en la historia, cual es tu carrera,
tu vida. Con eso sí se puede el lector identificar con el personaje, incluso si
es mayor puede recordar cuando tenía esa edad, porque como mucha gente es un
man que va a la universidad, estudia una carrera que no quiere, hace cosas
obligado de sus padres. Atraviesa ese momento de ruptura que debe haber con la
familia, sintiendo miedo por la conciencia de que se depende al mismo tiempo de
ellos. Existirá gente que se puede conectar a él porque tienen sentimientos en
común. Pero definirlos a todos, jamás.
A lo largo de la historia vemos a Miguel involucrado con
muchos excesos, ¿es tu forma de plantear soluciones a la trama?
Él no soluciona nada con las drogas ni con el alcohol,
recurre a ello cuando no tiene más alternativas. Pero no es que se toma un
trago y su vida se arregla, se empeora a veces más bien. Y cuando está solo y
aburrido se va a la casa de este man. Es producto de no saber que hacer y de
distraerse para pasar el rato.
Entonces, el hacer a Miguel un escritor frustrado que
constantemente vive en excesos no es una forma de alimentar el prejuicio, pero
¿qué opinas de ello?
El prejuicio existe porque hay personas que lo alimentan.
Tampoco es una mentira tan grande, pero sí una verdad que causa incomodidad.
Por otro lado si uno se dedica al trago, no puede escribir, se dedica a
emborracharse y punto. Si eres drogadicto, solo fumas, no puedes escribir
estando en coma. Hay gente que lo ha sabido balancear muy bien, pero yo me
siento más del lado de los escritores que ven el oficio como un trabajo común y
corriente. Yo creo que el trabajo de un escritor está mas ligado al de un
obrero que al de un artista. Yo no creo en el talento para nada, yo creo en el
sentarse frente a la computadora por diez horas, en escribir todos los días,
cuando se pueda, aunque hayan épocas en las que no se escriba nada, pero luego
se renueva. Es cuestión de darle, darle y darle. Claro yo he escrito a veces
bajo la influencia de alguna u otra sustancia, pero uno se dedica a lo uno o a
lo otro. No se puede ser drogadicto y escritor al mismo tiempo.
Ya has mencionado que la escritura te surge de la
cotidianidad, pero ¿Cómo empiezas a escribir algo? ¿Que haces primero?
Hay mucha gente que va a la universidad para aprender a
escribir. Yo creo que eso no me asegura nada como escritor pero me adelanta
muchísimo como lector. Te enseña a ver de otra forma una novela, a analizarla
de forma diferente, te da herramientas para comprender mejor su estructura.
Pero a mí lo único que me ha funcionado sinceramente es tener una fecha: cuando
escribí esta novela, la editorial me dijo: “la necesito en un año, o sale en un
año, o no sale”. Entonces me puse esa fecha y ya. Hubieron meses que no escribí
nada, pero se acercaba la fecha en que tenia que entregársela a la editorial y
ahí ya era solo teclear, teclear y teclear. Eso viene porque yo trabajo mucho
haciendo crónicas y las revistas tienen una fecha de cierre y si no entregas,
no se publica, si no se publica no se paga y si no se paga no vas al supermaxi.
Entonces para mí eso es lo que ha funcionado, que me pongan una fecha y yo
entrego. A mi me ha tocado escribir en hoteles, en aviones, en baños, en
trenes, en discotecas porque es mi trabajo.
Ejerces el periodismo, has incursionado en la literatura,
tienes proyectos de guiones cinematograficos, ¿Qué prefieres? ¿Qué diferencias
notas entre estos distintos géneros narrativos?
Yo preferiría ser artista de rock, pero no me sale. Todas
las herramientas que tiene un escritor, las cuales he aprendido haciendo
crónicas, para contar una novela o un cuento las tiene un periodista para
contar una crónica. Lo diferente es que el periodista no miente, no puede
inventar. No puedo decir que a un personaje le faltan más dientes para hacerlo
más polémico, ganar más lectores, eso no está en el juego. Pero puedo describir
un paisaje con la misma intensidad, puedo utilizar la misma cantidad de
metáforas que un escritor literario. Tengo la fortuna de escoger distintos
formatos para contar distintas historias. Habrán algunas que serán crónicas,
otras quizás alguna novela, otra saldrá para cine y hay otras que serán
canciones o ilustraciones. Uno siente cual es el formato que le conviene a cada
historia; pero si fuera de elegir por mí, así de fácil, me quedaría como
estrella de rock: quedarme en un hotel, tirar el cuarto por la venta... pero no
me da todavía.
Tu narrativa está llena de imágenes, pasan volando, es muy
parecido a verlo todo en una pantalla. ¿Cómo fue tu incursión en el cine?
Yo he estudiado cine, lo único que estudié académicamente, y
por suerte me ha ido bien en el cine. La película que escribí, Pescador, tuvo
bastantes espectadores; se puso como en circulación. También tengo otra
película que ganó un premio por el guión y ahora el lunes me voy a México tres
meses a una residencia para terminarla. Me gusta mucho las adaptaciones de la
literatura al cine porque lo mejor de los libros es que cada vez que se
encuentra con un nuevo lector se materializa de una manera distinta. Si yo te
doy una novela el personaje te va a parecer de una forma, de alguna manera los
va a relacionar con un primo, tu hermano, tu papá, tu ex novio... y cada quien
generará su propia percepción. Para mí ese es el don de la literatura que
ningún arte podrá superar. En el cine en cambio es tan específico que logra
clavarte imágenes directamente: es una escena, un actor, un color, una canción.
Depende de los formatos, de que es lo que quieras contar. Y ahora estoy
escribiendo una película que pasa en Guayaquil, que tiene mucha música de por
medio, muchos jóvenes y siento que necesita un poco más explicación interna, lo
cual podría trabajarlo más si fuera un libro. Se trata de escoger el formato
que le explique mejor al receptor. De alguna forma es mucho más fácil conseguir
un guión para escribir cine que para escribir otra cosa.
Sé que no has estudiado literatura formalmente, ¿Qué tan
importante es para ti la relación de la teoría-práctica? ¿Sientes que un
escritor necesita de esto?
Estoy un poco arrepentido de no haber estudiado letras, no
porque crea que eso te haga mejor escritor, eso tiene que ver con leer y de
como disfrutas la literatura. Yo a veces leo libros y creo que los entiendo y
luego Vargas Llosa los comenta en El País y me doy cuenta que no entendí nada:
él sí lo entiende, él lo desmenuza, puede hablar de la novela en niveles y en
leyes que yo no alcanzo ni a comprender . Entonces por ese lado, el de estar
limitado a gozar la literatura solo como un hobbie, me hace falta la parte
academica. Pero tampoco eso te garantiza nada, no es un cinturón de seguridad.
Las novelas que a mí me gustan no son muy redondas. Los escritores que a mi me
gustan no viven en Francia, ni París, no tienen un PHD. Existen esas novelas
que no les falta ni les sobra nada, son espectaculares, pero no van conmigo.
Hay escritores como Bolaños, que vivía en la calle y vendía lápiz de labios y
bisuterías, dormía en el piso de un departamento, no sabía nada de reglas
narrativas, ni géneros. Esa va a ser para mí siempre la prueba de que la
literatura no puede desprenderse de la vida que intenta plasmar. Yo siempre voy
a valorar más el testimonio de la vida de un escritor.