POR MILICA PANDŽIĆ
El arte se ha tenido que enfrentar muchísimas veces con el
gobierno y con su censura. Términos como “obsceno” o “inmoral” son ampliamente
subjetivos y sufren de una vaguedad que hace muy difícil determinar con rigor
qué puede considerarse –o no– como tal. Sin embargo, esto no fue obstáculo para
que, a través del tiempo, el poder estatal censurara distintas obras de arte, muchas que en nuestro tiempo se consideran clásicos indispensables.
La literatura nos hace libres, apasionadamente libres. Por
eso, en honor a los autores que decidieron desafiar no solo a gobernantes y a
sus leyes injustas, sino al –muchas veces hipócrita– conservadurismo de sus
respectivas épocas, aquí va un listado de las obras que estuvieron adelantadas
a su tiempo (y sufrieron las consecuencias por ello):
El Decamerón (1351 – 1353), de Giovanni Boccacio. Un libro
de cien relatos contados por un grupo de siete mujeres y tres hombres que se
refugian en una villa aislada en las afueras de Florencia para escapar de la
Peste Negra. Se considera una obra maestra de la prosa italiana clásica en sus
inicios y ha tenido un impacto incalculable en el mundo de la literatura. Fue
agregado al Index librorum prohibitorum, el listado de libros prohibidos de la
Iglesia Católica, quemado en Italia en 1497 y 1553 e incautado por la fuerza
policial estadounidense en 1934. Luego de varios procesos judiciales, el libro
puede circular libremente por Estados Unidos desde 1954.
Memorias de una mujer de placer o Fanny Hill (1748), de John
Cleland. Cuenta la historia de una adolescente de 15 años que llega a Londres y
abraza la prostitución como profesión. Esta novela es considerada la primera
prosa pornográfica inglesa y la primera pornografía que usa la forma de novela
–además de ser uno de los libros más perseguidos en la historia. Un año después
de su publicación, Cleland y sus editores fueron arrestados bajo el cargo de
“corromper a los súbditos del rey”. Durante el juicio, John Cleland tuvo que
abjurar su propia creación y pasarían 221 años hasta que fuera considerado
legal leerlo en Inglaterra. A principios de 1800, el libro llegó a Estados
Unidos y fue objeto del primer juicio por obscenidad en dicho país. Recién
desde el año 1966 puede ser publicado sin mayor problema en Norteamérica.
Cándido o el optimismo (1759), de Voltaire. Una sátira que
cuenta todos los infortunios de Cándido, el protagonista principal, quién a
pesar de todo lo que sucede en su vida, trata de mantener su optimismo en alto.
Con esta obra, Voltaire trata de refutar –y ridiculizar, si se quiere– el
principio de optimismo del filósofo Gottfried Leibniz: “vivimos en el mejor de los mundos posibles”. Esta novela, que retrata muy crudamente el mundo del
siglo XVIII, fue ampliamente prohibido en Europa por contener blasfemia
religiosa, sedición política y hostilidad intelectual. En Estados Unidos,
intentos de censura sobre este libro perduraron hasta el siglo XX, siendo el
último perpetrado por la aduana estadounidense, evitando que los libros
llegasen a su destino final: una clase de francés en la Universidad de Harvard.
Confesiones (1782), de Jean-Jacques Rousseau. Una de las
primeras grandes autobiografías de la historia. El libro comienza con la
reconocida frase: “Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que no tendrá
imitadoras. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la
Naturaleza y ese hombre seré yo. No soy como ninguno de cuantos he visto, y me
atrevo a decir que no soy como ninguno de cuantos existen”. Cuenta los detalles
más íntimos y vergonzosos de la vida del autor –aunque muchos resultaron ser
falsos. No obstante de haber sido publicada 4 años después de la muerte de
Rousseau, éste había leído varios de sus manuscritos públicamente, lo que le
ganó rechazo social, varias amenazas del gobierno y persecución policial.
Justine (1791) y Juliette (1797), de Donatien Alphonse
François de Sade, mejor conocido como el Marqués de Sade. Justine fue escrita
en dos semanas, mientras el Marqués se encontraba preso en la Bastilla. Esta
novela se basa en la historia de una mujer, Justine, quien en su búsqueda de la
virtud, lo único que encuentra son incitaciones al vicio e infortunios.
Juliette es la hermana de Justine, quien a diferencia de ésta última, es una
ninfómana asesina y vive una vida de éxitos y felicidad. Napoleón Bonaparte
ordenó la detención del autor de Justine y Juliette, y como resultado, el
Marqués de Sade fue encarcelado durante los últimos 13 años de su vida.
Napoleón llamó a Justine “el libro más abominable engendrada por la imaginación
más depravada” y se ordenó su destrucción en 1815. Con ambos libros, el Marqués
de Sade satiriza la crueldad de la Francia del siglo XVIII.
Hojas de hierba (1855), de Walt Whitman. Un libro de poemas
que reflejan la filosofía de vida del autor. Whitman fue despedido de su
trabajo en el Departamento del Interior después que el Secretario del Interior,
James Harlan, lo leyera y lo considerara ofensivo. El libro fue prohibido en
Boston, Massachussets por su contenido sexual explícito y se solicitó la
supresión de varias partes; algo que Whitman rechazó, encontrando editores que
publicaron las siguientes ediciones de su libro de forma íntegra.
La sonata a Kreutzer (1889), de Leo Tolstói. Una novela que
explora el ideal de la abstinencia sexual y la experiencia de los celos.
Prohibida en Rusia inmediatamente luego de su publicación –aunque circuló
amplia y clandestinamente en ese país. En 1891, el Servicio Postal de Estados
Unidos prohibió los envíos de la novela o de fragmentos de la misma. Theodore
Roosevelt, presidente de los Estados Unidos diría de Tolstói: “es un pervertido
sexual y un desvirtuador de la moral.”
La metamorfosis (1915), de Franz Kafka. Novela que cuenta la
historia de Gregorio Samsa, un joven que se despierta una mañana convertido en
un bicho gigante. El libro fue prohibido tanto durante el Régimen Nazi como en
la Unión Soviética por ser considerado “decadente”. En Praga, ciudad natal del
autor, la prohibición del libro –y de toda la obra de Kafka– se levantó
completa y definitivamente en 1989.
Ulises (1918-1922), de James Joyce. Considerada una de las
mejores novelas inglesas de la historia, relata el paso por Dublín de Leopold
Bloom y Stephen Dedalus, haciendo varios y brillantes paralelismos con La
Odisea de Homero. En 1920, ejemplares de la revista donde se publicaban
fragmentos de esta novela fueron incautados y quemados por la Oficina Postal de
Estados Unidos por su contenido “impuro y lujurioso”. Fue publicado completo
por primera vez en París en 1922 y se prohibió su entrada a los Estados Unidos
el mismo año. Objeto de uno de los juicios más relevantes sobre libertad de
expresión en la historia: EE.UU. vs. Un libro llamado Ulises. En este proceso de
1933, el Juez John M. Woolsey determinó que novela era “trascendente”, y que
“convertía la suciedad en arte”, levantando su prohibición y censura.
El amante de Lady Chatterley (1922), de D.H. Lawrence. Novela
que describe la relación amorosa de una mujer casada de clase alta con un hombre
de clase trabajadora. Escandaloso por sus descripciones explícitas sexuales y
por exponer el tabú de “relaciones entre distintas clases sociales”, lo que era
considerado “corrupción de los valores públicos”. El libro fue objeto de
distintos procesos judiciales en Reino Unido, Estados Unidos, Australia,
Canadá, Japón, India, entre otros países. En Reino Unido, la versión completa
no se pudo publicar legalmente sino hasta 1960.
Trópico de Cáncer (1934), de Henry Miller. Una novela que
relata, entre realidad y ficción, la vida del artista en París. Publicada en
esa misma ciudad, con cubiertas que dictaban “Prohibida la importación a
Estados Unidos y el Reino Unido”. El libro permaneció prohibido en Estados
Unidos por 27 años. Fue declarado no obsceno por una corte estadounidense en
1961; corte que además sentó el precedente de que “ningún libro puede ser
prohibido a menos que sea completamente irrelevante para la sociedad”.
La llama de la literatura es difícil de apagar. Es por eso
que a pesar de todos los esfuerzos de las autoridades públicas por convertirse
en policía de la moral, la gran mayoría de las veces el ingenio literario ha
salido vencedor; y aunque la lucha contra la censura haya sido –y siga siendo–
ardua, hoy en día tenemos todas estas obras al alcance de nuestras manos.
¿Añadirías algún otro libro a esta lista?
Primera edición de Hojas de hierba, de Walt Whitman |